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lunes, 20 de febrero de 2017

Aprender

Cuando de aprender se trata, no te preocupes, todo buen sastre pudo haber sido, (como se dice por alli), un gran desastre.
Juan C. L. Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=aprender

viernes, 7 de octubre de 2016

Aprender de cada revés

No te amargues ni te hagas ruin, sólo ve siempre lo que te enseña cada circunstancia... lo que se puede aprender. Al verlo con ojos parejos, desde ambos lados. Siempre hay una luz más que puede encontrar el sabio, hasta en la oscuridad, al ver con inteligencia.... A todos nos pasan las cosas... y la vida.
Juan Carlos Luis Rojas



martes, 5 de enero de 2016

Como en cada rincón

"Tal vez en el fondo de mi celular haya un tesoro por el cual debiera aprender a bucear."
Juan Carlos Luis Rojas





¡Buena tarde a todos, y a pesar de todo!..."Tal vez en el fondo de mi celular haya un tesoro por el cual debiera aprender a bucear."Juan Carlos Luis Rojas
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on martes, 5 de enero de 2016

lunes, 8 de diciembre de 2014

Amistad en internet

Universo de internet.
Es complejo el mundo de las relaciones en internet. En las redes sociales, y toda su globalidad... Como todo en la vida, tiene sus sabores y sinsabores,... lo bello de lo genuino y verdadero, aún al margen de lo fugaz o lo perdurable...
También hay riesgos; lo que requiere de las diversas inteligencias... en especial, (muchas veces), las inteligencias: estratégica y emocional.

Es necesario aprender a reconocer dónde uno está parado y delante de quién,... saber de las limitaciones que poseemos en el sistema; las acotaciones de tiempo, de espacio, de distancias, de posibilidades en todo sentido,... y entre ellas debe incluirse la factilidad económica. Nadie puede decir aquí, que,  (dependiendo donde se quiera llegar) no importa lo económico. Si uno tuviera la facilidad de tomar un avión e ir a dar un abrazo a un amigo, seguramente lo haría. En ese sentido las concreciones amorosas pueden tornarse irreales en lo tangible.

Reconocer dónde uno está "parado" significa entender la propia limitación, y también comprender (usando empatía), los condicionantes desconocidos del otro, aquel/aquella que interactúa con nosotros. Los humanos tenemos tendencia a generar, para nosotros mismos, expectativas desbordadas, carentes del equilibrio de lo justo y lo posible.

Sin embargo puedo presentir, sentir, saber... que puede ser una realidad el afecto, la amistad, el profundo sentimiento, y hasta en grado mayor aún, que en el transcurrir cotidiano de esa vida que llamamos "real", en contraposición a lo llamado "virtual". PERO TODO ESTO DEPENDE DE LAS PERSONAS INVOLUCRADAS, los individuos, la comunidad, nosotros mismos, la honestidad relativa de cada quien. El compartimiento y las reglas (tácitas o no), en esas asociaciones en donde nos movemos.
Si pensamos que todo es mentira, estaríamos cayendo en nuestra propia trampa, estaríamos haciendo realidad nuestros propios prejuicios, por correspondencia recibiríamos ese búmeran.

¡Atención! Aquí también aparecen los marginales,... delincuentes, aprovechadores, etc.

Internet es un inmenso mundo de infinitas posibilidades en venturas y desventuras, éxitos y fracasos en los diversos propósitos y objetivos que nos asisten.

En el mundo físico y "tangible" del entorno en donde vivimos cotidianamente existen variables de acciones e interacciones (amistad, entretenimiento, negocios, etc). Así también lo es en internet, y creo que está destinado a ser mayor aún, más amplio, más abarcador, más productivo, cualquiera sea su índole, abstracta, concreta, espiritual, física, etc.
Nuevamente: un mundo donde debemos aprender a manejar nuestras diversas inteligencias; aprendiendo y co-aprendiendo, la ética que nos revele como humanos de buena voluntad.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

miércoles, 6 de septiembre de 2017

miércoles, 28 de junio de 2017

Libro de la vida

Libro de la vida

"Las partes no pueden abarcar al Todo... Sin embargo, sí, pueden aprender a tener conciencia del mismo; y es allí, creo, donde debemos apuntar:
Buscar, que cada nota propia, "calce" y haga a  la armonía de la orquesta universal... ¿Demasiado pedir?... No importa en qué parte del Universo, el asunto es: que busques en tu lugar, la página que te corresponde  para compaginar, este "libro" de la vida, en el que andamos a tientas.
Pero, ¿que será tener conciencia del todo?..."
Juan C. L. Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=Universo+


martes, 10 de octubre de 2017

Hacia el nuevo hogar

(De la serie: "El niño, el muro... y la libertad" Juan C. L. Rojas

   En esa mañana de sol a pleno, su mente tejía confusos colores. No los colores que la hermosa mañana avivaba en los rosales y en las dalias exuberantes del jardín; no los tonos, verde pastel, de irupés y camalotes flotando en la laguna, allí, detrás de la casa; tampoco los del bosque allá, en la otra orilla misteriosa de esas aguas calmas. No, no eran esos los colores que ahora lo inquietaban, sino los que se movían en el profundo interior de su alma.
Sentía un estado de conciencia a medias, donde el factor dominante era la duda, la incertidumbre.
   Quizás porque no veía otra opción, su única respuesta era la que involucraba huir del pasado, entrando sin renuencias a las circunstancias que iban apareciendo delante de él, o a pesar de que le fueran impuestas; y que esto resultara en tapar los recuerdos, insuficientes afectos…, introduciéndose de lleno en el miedo y el dolor.
   Tal vez era una forma de buscar puertas de salida a todo eso, o una puerta de entrada que lo llevara a satisfacer alguna carencia que ni él mismo, por ser niño, entendía bien de qué se trataba.
Ya había escuchado algún comentario,... decisiones con respecto a él, palabras dichas a su espalda. "Los adultos deciden sobre la vida de un niño", pensaba, "después de todo el abuelo es bueno, aunque no sabe ni escribir. El también fue abandonado y encontrado en los bosques del Paraguay, cuando era chico. Al final no conoció ni a sus padres, sólo a un hermano, ya después de viejo... Dicen que la guerra…"
   Mientras en su pensamiento todo se mezclaba, vio a su abuelo acercarse. Este respiró hondo sofrenando un suspiro. Palmeó cariñosamente el hombro del niño en un gesto poco acostumbrado…
   -Vas a ir con el doctor, mi’jo. Seguro que vas a aprender muchas cosas –le dijo con una sonrisa que pretendía ocultar algunas lágrimas, las que aparecían inevitables y aumentaban el brillo de sus ojos azules.
El abuelo, de buen carácter, de fácil sonrisa, de porte físico mediano, sumamente trabajador y con el concepto de la honestidad grabada a fuego en la sangre, no sabía ni leer ni escribir y era casi el único sostén de la familia, que se componía más de nietos que de sus propios hijos.
   El espacio de tierra que poseía estaba siempre cultivado con árboles frutales, verduras, e incluso tabaco, que luego de cosechar con su esposa, lo procesaban caseramente para venderlo en el Paraguay o en el vecindario de la isla.
Tenía aves de corral y algún ganado vacuno que carneaba de tanto en tanto, y leche para consumo familiar. Todo esto le demandaba actividad desde la madrugada; porque además era empleado estatal de salud pública del Chaco. El pequeño sueldo obtenido, cubría apenas los gastos hogareños que no lograba hacerlo con la producción casera.
   Conformaban una buena sociedad el abuelo y la abuela; él, correntino; ella, paraguaya. El, atendiendo no sólo lo de la casa, sino también la actividad externa; y ella ocupándose de todo lo doméstico, aferrada a una pipa siempre humeante, y un rebenque eternamente bajo sus brazos con el que domaba tanto a niños como a los animales.
   El origen de la conformación familiar y el asentamiento en una isla del Chaco argentino, habría que rastrearlo en los vericuetos políticos, intereses económicos de las grandes urbes (corrupciones incluidas) y las guerras asociadas. Todos sus hijos nacieron en el Paraguay, y la mudanza fue la resultante de inestabilidades políticas. Pero, de todo esto, no siempre le llegan a un niño los elementos de la comprensión de sus orígenes o la atenuación de las consecuencias de esos desarrollos y sus resultados.
   El niño no entiende que en la burbuja de su pasado cercano y su origen ya están incluidos los condimentos de su presente.

   La lancha saldría a las once de la mañana hacia Paso de la Patria. La preparación para el viaje era escasa; pocas y modestas pertenencias; sin embargo la sensación que percibía era la de una marcha definitiva, un viaje sin regreso.
A la hora de la despedida, los primos y hermanos rondaban cerca, silenciosos, sin más expresión que los ojos bien abiertos clavados en él.
Miró por última vez hacia "el bajo", allí donde el río al crecer, descargaba algo de su fluido formando una laguna. Dio un vistazo a todo el panorama desde donde estaba un aliso estaqueado, hundido horizontalmente a ras de la tierra, en el borde del patio posterior de la casa; ese tronco estaba colocado ahí para detener la erosión del terreno. Prolongó su mirada hasta el fondo, allá donde acostumbraba a cantar la garza mora, cuando aparecía en el bosque al amanecer, del otro lado de la laguna. Volvió su mirada y la detuvo brevemente en el pequeño puerto improvisado, al que muchas veces despejó de irupés y camalotes, para el trabajo de lavanderas, que le estaba asignado a sus primas y hermana. Volvió más atrás su vista, nuevamente dirigida al borde del patio, bajo el árbol de paraíso donde en ese momento dormía Rompe, el viejo perro de la casa. Mientras tanto, Díquel, el perrito con que jugaba a menudo, parecía saber de su partida; giraba y giraba a su alrededor, moviendo incansable su corta cola.
   -Che cunumí (mi muchacho), atá ese animal –dijo el abuelo a otro de sus nietos.
Al fin se despidió. Saliendo de la finca, caminó por el pasillo largo ubicado a la izquierda. Debido a la sombra de los árboles la tierra todavía conservaba la humedad del rocío. Mientras caminaba surgía en su mente un replanteo insistente de cosas y circunstancias que traía el recuerdo.
Los mamones altos a su derecha, sumamente quietos, prolijamente en línea, como formados para guardia de honor, parecían decirle adiós en silencio. Detrás de esa línea de árboles frutales aparecía el mandiocal, que empezaba a asomar joven sobre la huerta. A la izquierda, flanqueaba su camino un alambrado de púas tensado sobre postes viejos, de los que en una oportunidad, uno de ellos no resistió el peso de su travesura rompiéndose; así pagó entonces, con sangre de sus piernas, el pase a la casa del vecino.
   Cerró el portón prolijamente y ajustó el cierre del bolso; mientras lo hacía, observó la puerta abierta del almacén de al lado; surgieron entonces en su retina los trazos gráficos de la libreta de crédito y con ello la semblanza del abuelo, su escrupulosidad en pagar la deuda sin pasar ni un día más de lo acordado.
A los once años de edad no entendía cabalmente la dinámica del dinero, pero sí sabía cómo afectaba su carencia por las restricciones que imponía, hasta en las necesidades tan vitales como la alimentación; es más, sabía que era debido a estas restricciones, y no sólo a la búsqueda de futuro, que tenía que marcharse.
Si bien ignoraba los parámetros con que se movía el mundo de los adultos, sí llevaba incorporada en su conciencia las normas del cumplimiento y la honestidad tantas veces platicada por el abuelo en los momentos de la sobremesa, especialmente después de la cena.
   En esta despedida no podía definir si en su sentimiento había realmente tristeza o era que pesaba más la curiosidad, la posible alegría de lo nuevo. Sin embargo sentía los abrazos de la isla, los de sus sombras y sus luces, la humedad cercana de los ríos, sus frescores; los sentía como el adiós a lo amado.
Subió al terraplén, callejón pavimentado y sinuoso bordeado de eucaliptos que lo llevaba hacia el puerto. Ahora, una voz que difundía el aire conseguía aquietar sus pensamientos; era el murmullo del río traído por el viento y también el sonido de las ramas de los árboles azotándose en sus copas. Caían las hojas y él se veía como una hoja más, ahora dejada al viento.
   Cuando bajó al muelle los tripulantes de la lancha estaban en los preparativos finales de carga; como casi siempre, había una mezcla de castellano y guaraní en el habla de la gente; eran generalmente conocidos entre sí y mezclaban cordialidad y bromas con la intensidad del trabajo.
   -¡Oh! Mba’éicha pa che ra’a (Como estás mi amigo). Vos sos el nieto de don Tabí, ¿no? -lo recibió cordialmente el lanchero.
   -Si, buen día, -contestó con algo de timidez.
-Así que te vas con el doctor Palowski… Me contó tu abuelo.
El lanchero hizo sonar sus palabras como apropiándose de cierto orgullo que suele darse cuando la humildad se une a la ignorancia; a veces, como una manifestación de solemnidad fetichista, dirigida hacia la formación profesional o a un determinado status social. Palowski es un apellido polaco, pero el doctor era alemán. Consiguió su nueva documentación con ayuda del Vaticano, cuando Alemania perdió la guerra. También obtuvo, con esa documentación y pasaporte, una orientación hacia qué países dirigirse; donde no fuera “molestado”.
-Sí –contestó parcamente el niño.
-Bueno, si querés, subí; acomodate donde puedas ch'amigo.
Subió con cuidado debido al balanceo de la lancha y se ubicó en el lateral de babor, para dejar libre el paso de carga por estribor, que era el lado por donde estaba amarrada la embarcación.

¿Son los recuerdos como ondas cósmicas del tiempo, circunstancias repitiéndose infinitamente? Así le parecía este momento; como un recuerdo convirtiéndose en concreta realidad presente.
Ahora, nuevamente se movía el mundo, su mundo infantil. Se movía con la lancha, con el muelle, con los árboles, y todo con el río. Como aquella vez, cuando vino a la isla en su primer regreso, cuando en esa oportunidad involucró también otra despedida, la de su padre. Sentía otra vez esta mezcla de recuerdo y realidad palpable. De nuevo vibró ese pequeño mundo solitario dentro de otro mundo mayor, desconocido e indiferente hacia él.

Ya todos a bordo y con el amarre liberado, la lancha se alejaba lentamente del muelle adentrándose en el río Paraguay, luego bajaría un corto tramo hacia el Paraná, que estaba allí nomás, a la vuelta del recodo de la isla. La turbiedad acentuaba el misterio del río que batía sus lenguas infinitas salpicando los rostros pensativos; también salpicaban los sueños, dentro de esas mentes casi adormecidas por el ruido del motor. Juancito miró hacia atrás; siempre le intrigó hacia dónde se dirigiría la extensión del río. ¿Qué hay río arriba?... Querría remontarlo alguna vez. ¿Es el deseo el embrión de un sueño? ¿Es el sueño un camino donde sólo hay que ponerse a andar? La luminosidad del espacio más abierto lo retrajo de sus pensamientos, cuando en ese punto de la navegación la desembocadura se abría ya casi tocando al río Paraná.
En dirección a proa no se veía la costa. Ahondó la mirada en el engañoso espacio infinito. En el horizonte sólo se veían algunas gaviotas. Volvió la vista hacia lo que dejaba atrás. Debajo de la popa el río espumaba blancura, la que contrastaba con los diferentes verdores de las costas (paraguaya y argentina) haciéndose más vivos gracias a el sol de la mañana.
-¿Querés un mate, Juancito? –le preguntó el lanchero, apartándole de su abstracción en el paisaje.
-No, muchas gracias don Arévalo –respondió, mientras modificaba su postura sobre un listón de la quilla, donde estaba apoyado.
Estaba ubicado cerca de la cabina y podía escuchar la conversación del lanchero y su ayudante.
-¡Cova co Gomecito ra’y! (¡Este es el hijo de Gomecito!) –continuó Arévalo, ahora dirigiéndose a su ayudante. Lo hizo con cierto tenor de respeto machista, a lo que se refería. Palas, el ayudante, no respondió.
-E jhendú pa jhina (¿Me estás escuchando?) –reclamó Arévalo, en tono burlón.
-A jhendú (Oigo), –respondió Salas, a desgano.
-Hijo’e tigre co cunumí (¡Es hijo de tigre este muchacho!) –enunció de nuevo Arévalo, con clara intención de zaherir a su compañero.
-¡Bah! ¡Maba pa tigre! (¡Bah, quién es tigre!) –dijo Palas, tratando de neutralizar la chanza infligida...
-¿Maba pa?... (¿Quien?...) Ja ja ja… Me dijeron, que con Gómez te salió mal lo de la rubia aquella.
-¡Bah! ¡No pasó nada! –se defendió Palas. Arévalo largó una risotada.
Como premisa inevitable, esta conversación llenó su mente de preguntas e inquietudes referidas a su padre. ¿Qué conocían de él estos hombres? ¿Cuáles fueron las andanzas de su padre por estos lugares? ¿Saldrá alguna vez de la cárcel? ¿Lo volvería a ver?
Ahora, la lancha entraba en el planchón más claro y amplio, al cruzar la línea divisoria que producen las corrientes y las diferentes turbiedades de las aguas. A la derecha del panorama de popa se desarrollaba la punta del continente paraguayo; esas barrancas también habrán de quedarse entre aquellas cosas que habrían de alimentar su curiosidad y se añadirían, a la sumatoria de inquietudes insatisfechas. Los monos carayaes estaban silenciosos en la silvestre vegetación; es en el ocaso cuando estos suelen alterar escandalosamente el silencio del lugar; sólo una canoa pequeña, tal vez pescadora, aparecía casi camuflada por el tupido follaje. A la izquierda todavía se notaba la isla en la prominencia de su cerro, el cual remataba su cresta con la fachada ambarina de la iglesia principal.
En este punto de la mirada, vino a su mente el recuerdo de aquellos preparativos inconclusos para el catecismo y los rituales religiosos que jamás pudo entender. Allí apareció en el recuerdo los juegos y travesuras, las andanzas en el bosque y en el río. "¿Volveré algún día a navegar sobre los troncos, los alisos traídos por la inundación?". Al volverse hacia babor, una estampa conocida pero casi fantasmal cortó sus pensamientos; desde el horizonte bajaba por el río una jangada; a lo lejos era sólo una tosca línea derivando sobre el agua. Encima de esa línea había una pequeña figura que parecía ser la de un hombre erguido y cerca de éste, la de otro hombre sentado. Aparentemente tomaban mate.
...Sí, eran hombres nomas, no fantasmas, los que navegaban sobre un tendal de maderas bañadas por el agua; pero a la distancia, el conjunto parecía un simple garabato dibujado en la página acuosa del horizonte. Bajaban a la velocidad lenta de la corriente sumada a la fuerza inercial del maderamen, el cual tenía un tamaño desproporcionado con relación a la cantidad de sus tripulantes.
De nuevo surgieron la inquietud y esas preguntas que se apilan en el arcón de los misterios que suele atesorar un niño. ¿Cómo es que a esa gigante acumulación de inerte vegetal, puede dominar y conducir un pequeño hombre cabalgando a la intemperie sobre la húmeda planchada de troncos?...
Pasó la jangada por atrás de la lancha; casi al filo de la distancia audible de un sapucai (grito); pasó con su respuesta de silencio. Golpeando con la instigación de la curiosidad a esa mirada de niño; mirada perdida ahora en la llanura blanca; perdida en el horizonte verde y en la opacidad de la distancia.
En el medio del río el motor de la embarcación con su ruido monótono jugaba a vencer los sentidos, sin embargo, muy tenue ahora, como esbozo de dibujante, empezaba a divisarse la otra costa, mientras la primera se perdía a lo lejos con la estela de la lancha.
Corrientes aparecía brillante bajo un día de sol al momento de la siesta provinciana de uno de sus pueblitos litoraleños, Paso de la Patria. El alemán, el doctor, con su uniforme de médico, estaba todo de blanco esperándolo ahí mismo en el muelle, parado a la media sombra de un techo de protección; tenía las manos detrás de la cintura y en su cabeza una gorra de tela floja que le caía sobre la frente y las orejas. Seguía inmóvil mientras amarraban la embarcación. El niño notaba sobre sí la mirada escudriñadora, persistente, sin más gesto que el silencio del alemán, que mostraba así, un atisbo de la actitud severa y militarizada con que era conocido; continuó así, aún hasta después de haber bajado el niño, y habérsele acercado.
-Buenas tardes, doctor –saludó entonces, Juancito.
-¡No, así no! -Reaccionó el alemán de manera áspera-. ¿A ver? ¡Párate bien!... Así, firme, e inclinas la cabeza… Ahora sí, buenas tardes.
Juancito obedecía mientras algunos pasajeros y tripulantes miraban sorprendidos, o risueños y en silencio, esa escena. –Le hizo repetir el saludo incluyendo todo el proceso formal.
Luego de esta primera lección caminaron callada y largamente hasta lo que sería su nuevo hogar. No podía evitar la tensión de ese silencio. El alemán caminaba a grandes zancadas delante de él, y su atuendo blanco, ahí, a un paso de distancia, irritaba sus ojos al reflejar la luz; el niño hacía descansar sus ojos dirigiéndolos hacia la gramilla amarillenta entre el polvo reseco del camino. A pesar de que el sol mostraba su fuerza desde arriba; en su optimismo de niño, Juancito lo sentía como un poderoso dios protector; optimismo al cual coadyuvaba la curiosidad sobre lo extraño del lugar, la conformación urbana, la ubicación más ordenada de las casas, las calles bien definidas, los autos, y otro tipo de gente.
En realidad quedaba sólo a unas cuadras el lugar a donde se dirigían, pero la incomodidad psíquica inducía en los sentidos la exagerada extensión del andar.
A la izquierda se podía ver algunos "lamparones" del río en los claros que se formaban entre árboles y edificaciones lindantes con la costa. Todo estaba calmo, no había viento y no se oían las olas rompiendo contra la barranca. El itinerario de la caminata la mantuvieron a una cuadra de distancia del río, y respecto del mismo, también esa era la ubicación de la casa del alemán.
Juancito comprendió que llegaban, cuando el alemán cruzó un puentecito sobre la cuneta, el cual daba frente a un portón de hierro y alambre tejido, justo en la mitad de la parcela amurallada. Esta encerraba huertas, árboles, chiquero, gallinero, jardines y dos casas; una en cada extremo del terreno.
El portón rechinó con estrépito al abrirse, pero no llamó la atención de una mujer que en ese momento regaba las plantas. Esta siguió en su labor mostrando total indiferencia a los recién llegados. Parecía malhumorada.
-¡Señora Antonia! –dijo en tono amonestador el alemán al acercarse. Sólo entonces, ella levantó la vista hacia él y dirigió una mirada de soslayo, casi reticente, al niño.
Esta escena dejó abierto en su entendimiento un panorama de curiosa incertidumbre que le producía un incómodo escozor, pero ahora, sin otra vía de salida, este era su nuevo hogar, y debería aceptarlo, aunque lo sintiera como una nueva imposición; un mandato que no podía, o no sabía cómo evitar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 3 de abril de 2015

Viaje interior...

Buenas noches, buen descanso a todos, familia, amigos... ¡Felicidades a quienes conmemoran estos días!...
""Partimos de nosotros hacia el otro, desde nuestro interior hacia el afuera... Debemos aprender a regresar, y acomodar del viaje nuestro propio interior"

Juan Carlos Luis Rojas - Autor

martes, 13 de junio de 2017

¿Cómo nace un escritor?

La pregunta del título se refiere en especial, a la esencia del escritor, no al acto en sí de la escritura . Por lo tanto, no es motivo de consideración aquí, a lo que fuera falsa consumación, por el simple hecho de escribir; sino que me refiero, ajustadamente, a la conjunción de varias características, generales y particulares, que hacen a un ente complejo, al ser él, continente de ese concepto, un generador de obras determinadas obras escritas; material creado, que habrá de tener cualidades afines al arte de escribir.

Desde ya, entonces, siguiendo este lineamiento, no haría a un escritor el simple hecho de escribir. Muchos escriben (escribimos), pero no encajan (encajamos), en las características conceptuales que aquí pretendo tratar.

Una de las condiciones: La ductilidad del "material" como sujeto creador; ser total y sensible, Objeto y sujeto relumbrándose entre sí, para alumbrar la obra creada.
¿Tiene un determinado sujeto, el temperamento más apropiado para dicha actividad? ¿Tiene (no necesariamente en la estructura formal de la educación) tendencia hacia lo intelectual? ¿Tiene paciencia y perseverancia? ¿Es pasional en la paradoja de su acto reflexivo,... racional e imaginativo a la vez? Ironizando: ¿Tiene "madera", o es de madera?

Bueno, las cosas se pueden mejorar, aprender. Sin embargo, no tanto. Existe lo que se llama: la "semilla" o el "germen vocacional". Esto no se manifiesta de manera evidente, pero está por ahí, en el espíritu, quizás desde temprana edad. Esa vocación puede desenvolverse con curiosidad intensa, como una de sus manifestaciones. Curiosidad oculta o quizás inquisidora. Un niño pude mostrarse reflexivo, o dispuesto a las preguntas relevantes; interesarse por lo desconocido y también por lo que hace a las relaciones humanas. En cierto modo tener un hábito cuestionador, que apunta a buscar fundamentos, especialmente cuando aún no entró en el estadio donde ya es reconocida la incertidumbre y la ambiguedad como parte de la vida. Cuando aún no llego a discernir los diversos parámetros de la relatividad.

El inquisidor se manifiesta abiertamente a los demás, es dispuesto a las relaciones; en cambio el que oculta su curiosidad investiga por sí solo.
Quien se maneja más internamente, es profundo, pensador, reflexivo. Llegada la ocasión, estas cualidades darán particulares características al conjunto de su obra. Incluso influirán en la preferencia del género y los niveles de intensidad o de profundidad.

Cuando el ser, como ente pensante, y con estas condiciones en su espíritu e intelecto, llega a tomar conciencia que vivimos en un mundo semejante a un libro descompaginado, es allí donde, desde la plataforma de su mente, intentará buscar el ordenamiento de esas páginas, según su percepción.

Se dará cuenta que el trabajo es árduo y puede que lo crea imposible de lograrlo (lo cual no estará muy errado). Quizás concluya que tal empresa estará llena de incertidumbres. Puede darse cuenta además, que ese libro, no sólo está descompaginado, sino que también le faltan páginas de transición. Ve entonces la necesidad de reescribir y reordenar el pensamiento formal; cuestionar los sistemas, apoyar partes, rechazar otras.

La intensidad de ese anhelo de reconstruír lo empujará a ser partícipe, de alguna manera, en la corrección o reescritura de algunas de esas páginas, creándose así, un habitante no estático, no pasivo, en contribución a este, nuestro hogar, que es la Tierra. Se convierte en un ser proactivo hacia el Hombre mismo.

Según lo que haya incorporado en su crecimiento, su desarrollo de espíritu como potencial escritor, administrará una tendencia que se corresponderá en menor o mayor grado con lo que tendrá que ver de alguna manera con la justicia, y en la construcción de un nuevo humanismo. Es eso, lo atinente a todo artista.

Es aquí donde puede concatenarse con la fuerza del anhelo, la necesidad de transmitir las ideas o los sentimientos para plasmarse en el escrito, y en el género que apetezca a la formación de ese temperamento y ese intelecto.
Es una pulsión que en un momento estalla. Lo impele, lo impulsa a empezar a caminar gradualmente en la trama particular de su obra.

Es válido que esta apetencia pueda nacer con una necesidad de catarsis, debido al ideal inherente, pero producida por la presión externa, directamente proporcional a su sensibilidad. Es en este punto donde puede generarse un sentido de misión, que, dependiendo de su temperamento, será variable en su intensidad pasional.

Quizás, por cierto pudor, el escritor no se esclarecerá. Puede que ya en su adultez, la carga implícita de ser, haga un "clic"; quizás por algún sacudimiento profundo en su espíritu; es en la niñez, sin embargo, donde se habrá encendido la llama de la comunicación e interacción dialéctica con el mundo; bastaría conocer las circunstancias que han conformado sus vivencias para tener una idea de su gestación. Quizás se podría prever, hasta cierto grado, hacia dónde apuntará.

Hay entonces, en mi opinión, algunos pilares básicos en donde se apoyará la plataforma de ser escritor.

Actividad del pensamiento y creación de la voluntad. (Consideración reflexiva de la realidad; adquisición de las herramientas intelectuales, formales o de autodidacta; recursos que armarán su banco mental de trabajo). 

Temperamento. (Que lo llevará a "inmiscuirse" en su entorno, con el imperativo de influír para modificar la realidad).

- Concreción de su obra. (Esto dependerá de sus circunstancias, esfuerzos, disciplina y especialmente la intensidad de sus anhelos, lo que está acrisolándose en el cantón de las ideas y los sentimientos).

Además del esfuerzo, la inspiración, es ese "aire", energizante, misterioso y divino, el que nos empuja (en diversos temas de la existencia), a llevar oxígeno por las arterias multifilares que están ramificadas en la vida. Objetivo que coadyuvaría al arte verdadero.
                                                               
Autor: Juan C.L. Rojas

viernes, 15 de septiembre de 2017

La fuerza principal

La fuerza principal

"...Un ser sensible, "per se", (no se confunda con emocionable), tiende a captar más las profundidades de la vida, y eso es bueno; pero también necesita dosificar esa sensibilidad para algunas cosas; saber dónde y cómo enfocarlas, para no sufrir el estallido derribador y sorpresivo, que ocurre detrás de aquello, que no viene de lo que más esperamos, o que viene de lo que menos esperamos, sobre lo que ponemos nuestras mayores expectativas y anhelos; más aún cuando ello está conectado con el corazón, con el sentimiento; con el íntimo amor...
Debemos amar y dejarnos amar, pero sin embargo, a la vez, por nuestro bien, o del otro, es necesario que aprendamos a mantener cierto desapego, porque jamás uno debiera depender de lo externo. En tu interior debiera estar la fuerza principal que te alimenta, lo externo acéptalo y valóralo por añadidura. Las desilusiones vendrán, son partes de la vida; y no necesariamente son inexorables y definitivas; sólo debemos aprender de ellas; son experiencias del alma que nos vuelve a reorientar, y debieran hacernos más fuertes, para levantarnos con más decisión a enfrentar la vida y disfrutar de lo que sí tiene de bello, aún dentro de esas miles de mutilaciones de la carne y del espíritu..."
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=amor
Juan C. L. Rojas

lunes, 26 de octubre de 2015

Lo que das y lo que recibes

"El más extraordinario de los círculos viciosos: para amar al prójimo es imprescindible quererte a ti mismo, pero a la vez, para poder amar lo que eres de manera honesta, necesitas que alguien te haya amado" 
Walter Riso




...Círculo que tiene sus vicios y tropiezos. No se puede dar lo que no se tiene. Como el bebe que necesita ser amamantado, que llora que pide,... para crecer satisfecho, ser fuerte y aprender a dar...
Un poco de "egoísmo", quizás, para ser altruista...
"Ama al prójimo como a ti mismo", dice la frase bíblica... O sea que si no nos amamos a nosotros mismos, estamos en problemas... Tal vez por que no hemos sido alimentados con el amor...
Por suerte, no siempre la regla se cumple, y hay personas que pudieron haber sido resentidas y en cambio no lo son, sino todo lo contrario.
Buenas noches a todos, amigos!!




miércoles, 10 de agosto de 2016