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domingo, 12 de marzo de 2017

Tus manos

Canción que huele a hogar
    son tus manos.
Canción que suena
    a luchas y refugios.
Letradas son/
    de fríos
        y auras otoñales.
Adalides/
    que husmean la tristeza
        de estos hombros.
Piel de lo profundo
    que distiende la crispación
        de mis propias manos.
Los ojos de sus dedos
    planchan
        el cuello de mi camisa.
Corrigen/
    el descuido bohemio
        de mi pelo.                                                                              
Tal vez juegan a la ternura                                                                   
    tus manos/
¿Será su juego
    la esencia del amor?
Torpes son tus manos/
torpes de bellezas
    cuando caen sobre mi espalda
        levantando mi sonrisa.                                                                           
Pabellones de universo las mías
    que huelen a riachuelos
        y a barro.
Hundidas semillas las tuyas
    ocultas/
        en el misterio de amar.
Sí    surten alivio tus manos
    a la transparencia azul
        de mi aliento.
Frescas    simientes
    de abrevada tierra.
Canción que dulce suena.
Hiedra/
    que sutil su piel bifurca
        en las almas...
¡de estos!
    mis muros sedientos.

Autor: Juan C. L. Rojas


viernes, 28 de septiembre de 2018

Fecundidad

Sí/
Sé muy bien
   por qué se yergue aún
      la columna de mis sueños
         vertebrada desde la sangre...

Mientras el mundo
   se pierde en sus condenas/
      trivialidades/
         indiferencias y avatares/
Mientras intercambia acalorado
   tribal veneno de discordias
      tribales sectarismos de cavernas/
   hay zaguanes que congregan
      espera y ansiedades.
Hay espacios que aroman
   el verdor pasional de los anhelos...

Hay un rincón/
por lo menos un rincón
   donde se esparce
en vital fecundidad
   la siembra de nuestras manos/
Manos que roturan
   la tierra tibia de nuestra sed/
¡Sed que amamanta
   la vastedad de lo posible!
Posibilidad canora
   de febriles aves
      y ancestral
         libertad de las gaviotas.

Sospecho que de nuestros pasos
   no quedará inmune este sendero/
Sospecho que cambiarán sus ojos
   los girasoles/
que brincarán libres
   las flores de las caricias/
      y las notas musicales
         de nuestro amor.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas
Sí/
Sé muy bien
   por qué se yergue aún
      la columna de mis sueños
         vertebrada desde la sangre...

Mientras el mundo
   se pierde en sus condenas/
      trivialidades/
         indiferencias y avatares/
Mientras intercambia acalorado
   tribal veneno de discordias
      tribales sectarismos de cavernas/
   hay zaguanes que congregan
      espera y ansiedades.
Hay espacios que aroman
   el verdor pasional de los anhelos...

Hay un rincón/
por lo menos un rincón
   donde se esparce
en vital fecundidad
   la siembra de nuestras manos/
Manos que roturan
   la tierra tibia de nuestra sed/
¡Sed que amamanta
   la vastedad de lo posible!
Posibilidad canora
   de febriles aves
      y ancestral
         libertad de las gaviotas.

Sospecho que de nuestros pasos
   no quedará inmune este sendero/
Sospecho que cambiarán sus ojos
   los girasoles/
que brincarán libres
   las flores de las caricias/
      y las notas musicales
         de nuestro amor.
Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 10 de diciembre de 2015

Hacia tus manos

Un suspiro pasa
atravesando el alma...
Desbordando su mar
desde la sangre brava.

Un suspiro puede ser
el ala alucinada de un sueño
o la angustia prieta de imposibles...

Puede ser la libertad
anhelando ser libre.
Esencia que fluye
desde el crisol del espíritu.

Puede ser
simplemente un deseo
desde el bien hacia el bien.
Energía de un brote
buscando la luz de la vida.

Pero mi suspiro
es corriente de amor
empujando ese viento hacia tus manos.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas
http://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=LIBRE

"Hacia tus manos"Un suspiro me recorre atravesando el alma...desborda desde la sangre contenida.Un suspiro puede...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on miércoles, 30 de diciembre de 2015

viernes, 24 de marzo de 2017

Heridas y derrotas

Hiere el adiós
    como un hacha etérea/
Cuando cae su filo
    invisible y cruel.

Se deslizan entre sí las manos
    /rozándose/
hasta el último contacto
    en la punta de sus dedos...
        /despidiéndose/
Sólo un café amargo queda
    para endulzar esta melancolía.

La ansiedad construye
   sus alas temblorosas
        que torna a la ternura
            torpe y sin sentido.

Cuando se aquietan mis manos
    frías    y distantes de tu piel
no sé si es tal su conquista
    como el derecho de mis dedos
        en tus senos solazarse.

¿Por qué estos pasos míos/    tercos/
    van con vos hacia la cima incierta
si yo bien sé
    que volverán rodando en la pendiente
tras el golpe cruel de lo imposible?

Eslabones perdidos de historias quedan
    en la cadena de la vida/
Suenan/
    como heridas y derrotas
y como siempre... ¿hasta cuándo?

El débil cordón de plata que nos une
    se funde cada tarde
        en la flama dolorosa del adiós.

¿Es sólo fugaz aventura de un sueño
    lo que me marcan tus ojos   
        cuando juegan su ironía en la sonrisa?

Arremete a veces el secreto punzante
    de tu palabra abrupta y callada/
¿Me dice, acaso, su silencio
    lo superfluo...
        lo imposible de este amor?

Autor: Juan C. L. Rojas

sábado, 8 de julio de 2017

Piel y grafias

Con el brillo
de nuestros ojos
se camufla
y zambulle
en la piel
el deseo...
Anhelos de mar
la pasión
en nuestros cuerpos,
transita en su sed,
de fuego.

La noche calienta
sus figuras de sombras
mientra los ojos se miran
con luces verdes.

La mirada
se adentra
en el corazón
y habla
en caricias
y besos.

Agitada la sangre
en la respiración descansa,
modulada en susurros
y extasiados oídos.

Y mientras,
tu ternura
en la espera
que anhela...
¡cantan
mis manos
tus manos
y besos!...
Las mías
se pierden...
Tu senos...
¡fruicción!
poesía traviesa,
donde esperan
tus goces
en cada letra,
en cada ladera
de tus curva,
en cada centella
de mis dedos
navegando
sobre tus auras
tibias...
¡indecibles!
Piel y grafías
termales
latiendo.

En sueño
de no soñar,
su danzar,
la nieve
derritiendo
va al clamor
de jadeos,
frenesí
de cuerpos
y almas...
Las nuestras...
Desbocadas.
Fundidas
en el elixir,
¡cénit!
cielos
del amor.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=piel

miércoles, 8 de marzo de 2017

Día de la mujer

¡Muchísimas Felicidades, a toda mujer en su día!...

Silvestre

Si acaso lo impávido es...
si acaso lo inmutable,
Inconmovible como natura y vibrante...
Mujer!!
Mas,
sensible en deseos
de sueños
de anhelos...
Te levantas
como flor silvestre
al sol,
mujer!!
Y allí exuberante
de belleza,
fecunda,
pasional.
Como la Tierra
presta a parir
de nuestra siembra.
En un pedestal te elevas
en el asiento de los tiempos.
Revives tu corona
cada día
en el hoy
en este instante.
En lo silvestre,
oliendo a verdes perfumados,
allí estás...
Sencilla,
mas sofisticada y genial,
que ya no pueden mis versos...
sino
¡la sustancia suma
de soñarte!
Autor: Juan Carlos Luis Rojas

...

Distracción

Activo en mis pasos...
y veo que rondas
por allí
en esos patios etéreos...
y haces siluetas
piruetas de golondrina,
trazando aire festivo
en mi pensamiento.
Distracción vital en mis ojos.
Distracción
como esencia del camino...
Dejo de verte porque te miro,
te observo.
Y me invitas a un frente a frente
sobre la mesa...
y es saborear lo servido
con aderezos de magia
con el cruce de luz
en las miradas,
fulgurante chispa
de amar.
Sé que vibran tus sentidos
desde la punta de tus dedos
aunque te vayas
y yo regrese en la insistencia...
ingrávida, ave azul,
que mis auras
rozas
con tus alas,
y pasas...
pasas...
en ese constante
incierto regreso,
por un vértice voluble
del horizonte.
Lentes ultradireccionales
son mis ojos
hacia tu estrella
y su vuelo de cometa/
Mi pecho aspira
el aliento de su vuelo.
Sincronizar nuestros suspiros
pudiese
el ritmo de nuestros latidos,
para aventurar
una música de la ternura
una melodía del amor...
Distracción,
donde frente a frente
bebemos el regocijo,
mientras cantan nuestras manos
sobre las cuerdas de las caricias
al abrigo
de santa llamarada,
que purifica nuestro andar.
Una melodía dulce suena...
que tiene trinos y murmurios de manantiales...
y tiene la fuerza de ritmos ancestrales
como la sangre fluyendo
desde tiempos inasibles,
conecta a nuestros cuerpos
en vivaces armonías,
tremolando en el aire sutil
de los suspiros.
Un vaivén de fuego acompasa,
donde toda flama es entrega
al pedestal de la caricias,
al sentir del ensueño,
al hacer del amor
en lo profundo de los besos,
que solazan en instantes
de placentera eternidad.
Allí quedan los resquicios
donde se avivan
los anhelos fervientes,
tuyos y míos,
donde manan
de aquello que inspira
el elixir latente
en nuestros poros
que estallan
en los orgasmos benditos
de la aurora.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

....

De otras maneras, madre

Desde que hubo el temblor
en la primera alborada de la semilla...
y cuando en el cosquilleo de la sangre
declamó la emoción sus sinos y misterios...
hubo el sabor anticipado de los besos
¡creciendo!
con el húmedo resplandor en los labios.
¡Y luego las manos!
tanteando en el vientre las caricias venideras,
tanteando los pasos de un tierno palpitar...
¡Pasos!...
sacudiendo la pereza de los días
hacia un renuevo de esperanzas y de sueños.
¡Madre!
De muchas maneras, madre.
La que pudo y aquella que no
y sin embargo el arrullo de amor
fue un poema
desliéndose en su pecho.
La que fue y no fue...
Donde la historia hizo un jirón
y el desapego hecho un desgarro
donde dar, acaso,
fue vida y alas...
donde la poesía de vivir
perduró su canto
con el dolor,
con el perdón,
con el amor.
Que se iluminen entonces
sus ojos de crepúsculos,
con la chispa de la algarabía,
con la estirpe piadosa del canto
en la comprensión de lo divino
y perfumada bendición.
¡Felices sean tus días,
de cualquier manera,
madre!...
Mujer!!!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

miércoles, 6 de julio de 2016

Fugaz

Y qué se dice de la tarde,
adentrándose en el anochecer...
Quietud de manos y ojos
reposando de la luz,
espera suave,
paciente,
al resplandor de las estrellas,
de La Estrella...
que brilla y ronda
en mi sendero
suburbial.
Manto continental de penumbras,
sumergiéndose,
bajo el terciopelo de la noche...
en la intimidad de sus caricias...
Y que se dice de la tarde
que te tiene
en sus ojos sorprendidos,
desprendidos del rostro del amor...
tímido candor
teñido del ocaso.
Y no es un ocaso
ni tu nombre
ni tu rostro...
con esos ojos tuyos
que parpadean en el éter
acercándome en sus ondas
la presencia viva
de tus manos
en las mías.
...Y qué diré de la tarde
donde creces en mi pensamiento
cuando no apareces,
apareces,
desapareces,
entre esas nubes tímidas
que te celan...
Y es cuando la luna
velada de rocío
me hace un guiño
para al fin
enviarte hacia mi
en el regocijo
fugaz
de un sueño.

martes, 23 de febrero de 2016

De exitosos y estrellado

De exitosos y estrellados

Prefiero a los exitosos de entre la "plebe" que estrechan las manos y dan su abrazo, antes que a los que se creen entre las estrellas, y su ceguera encandilada sólo les permite ir para adelante a estrellarse en algún confín.

Y como dijo alguien: "Si un ciego guía a otro ciego..." ¿Cómo sigue?...





De exitosos y estrelladosPrefiero a los exitosos de entre la "plebe" que estrechan las manos y dan su abrazo, antes que...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on martes, 23 de febrero de 2016

lunes, 7 de diciembre de 2015

Luces y voces


¡Ah si endulzar pudiesen las lágrimas
    hasta el mismísimo fondo escondido del mar!
¡Si estos subterfugios sedientos de las almas
    unir pudiesen sus manos
        un poco antes de sorprender el crepúsculo!
Podrían entonces batir con ardor
las palmas expectantes de mi pecho.

Sueño avanzar sobre este campo
hacia las manos de la aurora/
¡Aún arrastrando mis huesos
sobre el verde aguerrido del césped!

Suelen perder la luz
    los hombres de sólo carne/
Suelen venderla
por un guiso y algunas lentejas.
Mientras tanto madura el paso del tiempo/
    a pesar de suspiros y sudores.
Y el indigente recuerda al trigo
cuando solo algunos fideos se dilatan en la olla.

Hoy besa mi sangre el lacerante estrés del Amor.
En los puños de esta noche
    (larga noche)
        me adormezco/
para despertar algún día
en la chispa madurada de un nuevo sol.

Abro al futuro esta agenda/
Vanidad de poeta/
¡Una vez más esta copa de sueños remecida!
Tiendo esta mesa de bohemias y utopías... y cantos/
porque las voces...
¡Sé que las voces
pueden derribar los muros!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 25 de septiembre de 2016

De esos frondosos poetas... Ramón Ayala

El cosechero (Rasguido doble, folclore argentino)
El viejo río que va
cruzando el amanecer,
como un gran camalotal
lleva la balsa en un loco vaivén.
Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré,
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón.
La tierra del Chaco, quebrachera y montaraz,
prenderá en mi sangre como un rojo sapukay
y será en el surco mi sombrero bajo el sol
faro de luz.
iAlgodón,
que se va, que se va, que se va,
plata blanda mojada de luna y sudor
un ranchito borracho de sueños y amor
quiero yo.
De Corrientes vengo yo,
Barranqueras ya se ve,
y en la costa un acordeón
gimiendo va su lento chamamé.
Rumbo a la cosecha cosechero yo seré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré,
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón.
La tierra del Chaco, quebrachera y montaraz,
prenderá en mi sangre con un ronco sapukay
y será en el surco mi sombrero bajo el sol
faro de luz.
iAlgodón,
que se va, que se va, que se va,
plata blanda mojada de luna y sudor
un ranchito borracho de sueños y amor
quiero yo.
Letra y Música: Ramón Ayala









viernes, 26 de octubre de 2018

Soledades

Transito este congelado desierto que encadenan las centurias
donde a veces    /solo a veces/
    salta el chisporroteo de la luz intensa del alma
        /del líder que crucifican/
            ...que enmaderan/
    las siempre arrepentidas edades del barro.

Y portero de nubes soy...
Estas nubes que confluyen
    en el espacio de mis sombras.
Estas sombras que dibujan al hombre
    en su andar de esqueleto petrificado...
Esqueleto que cae al leve roce
    de esa hoja de otoño que sesga impávida
        la nevada sien de mi canción.

A pesar de la memoria canto/
    porque bebo el agua dulce de tus ojos/
Tus ojos que encarnan
    el fotón energizado de mis sueños/
        mi esperanza.

Es por eso que vivo.
Es por eso que anhelo tus manos
    para barrer de luz con tu amor/
        estos horizontes oscuros.

Navego este río abrazado a tu cintura/
y me haces ver/
los peñascos alados de verde
    en aquella ribera.
Litoraleña herencia me deja fluir
    manso o bravío    en este torrente.

¡Es a luz lenta que se construye la noche!
    en esta carpa rudimentaria/    convaleciente templo/
anegado santuario de esta colectiva conciencia
    desatinada y torpe del mundo.

¿Aguerrido me ves?
    ...comprende que es por tu corazón
        que es fuerte el mío/
...y si hay gloria en mi frente
    fue de tus manos
        que ha brotado el laurel.

¡Oh , cuánto ganaría el mundo
    si le hiciéramos perder
        sus profundas soledades!
Dame tus brazos entonces
    para marchar
        entre esta confusa contienda/
   y en este celo y deseo
        otros tal vez
            se unirán.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=soledad

lunes, 19 de junio de 2017

Lava Jato, y Argentina

"...Esos documentos muestran que la negociación delictiva de Odebrecht con el gobierno kirchnerista abarcó dos etapas, con dos intermediarios distintos. La primera etapa quedó en manos del dueño de Esuco, Carlos Wagner, quien presidió la Cámara Argentina de la Construcción durante ocho años del kirchnerismo, entre 2004 y 2012. La segunda fase fue con el lobbista Jorge "Corcho" Rodríguez como interlocutor determinante..."
http://www.lanacion.com.ar//2034712-odebrecht-revelan-que-de-vido-acordo-coimas-por-us-25-millones?utm_source=n_tis_nota2&utm_medium=titularS&utm_campaign=NLPol

martes, 6 de noviembre de 2018

Atavio de la noche


Te pienso
y canta mi pensamiento...

¡Que noches tan bellas
son las noches que te cobijan!

Noches que me dan alas...
susurros
caricias de brisa calma...

Alas con que vuelo
sobre columnas
de olas espumantes...
Caricias de sus brillos
que me anticipan
el dulce cantar de tus manos
haciéndo cielo
sobre las mías...

Esa noche que te posee
con sus encajes
de lujuriosas diademas,
con su cetro firme
correspondidos a la pasión
en el reino hospitalario
de Eros,
donde mi ego transita...

Allí tu falda luce
con lustres y geometrías
ciñendo tus muslos,
tus formas,
rincones de los altares,
en curvas diseñadas
de cóncavos y convexos,
en hidalguía de la hermosura.

Las cintas de raso...
de lazos relucientes
que te rodean
acarician,
ciñen, bellos domos
y tus dorsales...
alegorías son
de mis anhelos
rodando
en el vórtice azulado
de las tormentas.

¡Qué me dirán tus sueños
lejana fuente!...
Tus sueños que conozco
en su piel desnuda.
Tus sueños que intuyo
desde esos vientos
de mar y contramar
que nos azotan...

¿Tendrá acaso
algo más para decir...
una pequeña voz
lanzada
hacia esta yerma desolación
que de tanto saberte
amenaza su siembra
de un nuevo florecer?

Voy a traerte
en el amanecer de mis versos
sobre el atavío de la noche
en la cúspide floreciente
de la boreal aurora
donde tangible llegas
aquí
sobre la luz con que te miro,
aquí
alborotando espacios
sobre mi pecho,
cuando a mi boca,
dulcemente,
la silencias con tus besos.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 23 de noviembre de 2017

Alas

Y así la vida...
un contonearse 
entre cielo y tierra, 
entre la tierra y el árbol; 
de las ramas,
cayendo al agua... 

¡Y las alas! 
¡Entre las manos y el sol!... 
El celaje en el río
y su reflejo 
alumbrando el alma. 

Tu curvilínea figura
 los hoyuelos en tu sonrisa
la tenacidad del ser, 
sabores y amores...
Viviendo.
Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=sonrisa


viernes, 12 de octubre de 2018

Duende

Baja la balsa lenta
   sobre el papel ambarino/
      donde discurre un pentagrama de lirios.

Emerge del fondo oscuro
   /tras el sol/
los blasones encendidos
   de los sauces...

Y se bebe el mar
   esta ignota canción del recuerdo.

Este paisaje de manos y ojos
   acaricia mi frente
      cuando te pienso.

Sé que has escondido estrellas
   bajo tu cielo tímido
y he aquí
que insondable el amor memora/
(Mientras perfuma el aire
   ese suave ondear de juncos)

¡Oh, complicidad!
Pequeño duende de mar.
Haz eterno
   que transmuta aquí en mi pecho.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=canción

sábado, 15 de octubre de 2016

De otras maneras, madre

Desde que hubo el temblor
en la primera alborada de la semilla...
y cuando en el cosquilleo de la sangre
declamó la emoción sus sinos y misterios...
hubo el sabor anticipado de los besos
¡creciendo!
con el húmedo resplandor en los labios.

¡Y luego las manos!
tanteando en el vientre las caricias venideras,
tanteando los pasos de un tierno palpitar...
¡Pasos!...
sacudiendo la pereza de los días
hacia un renuevo de esperanzas y de sueños.

¡Madre!
De muchas maneras, madre.
La que pudo y aquella que no
y sin embargo el arrullo de amor
fue un poema
desliéndose en su pecho.

La que fue y no fue...
Donde la historia hizo un jirón
y el desapego hecho un desgarro
donde dar, acaso,
fue vida y alas...
donde la poesía de vivir
perduró su canto
con el dolor,
con el perdón,
con el amor.

Que se iluminen entonces
sus ojos de crepúsculos,
con la chispa de la algarabía,
con la estirpe piadosa del canto
en la comprensión de lo divino
y perfumada bendición.
¡Felices sean tus días,
de cualquier manera,
madre!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


miércoles, 24 de octubre de 2018

Paradojal

Un estilete sanguinario retoma el blanco
    centrado en el corazón donde la llama resiste.
Y el salitre florece en las grietas cansadas.

Asustan los abismos de ecos que se mecen/
    aquí dentro/
        en las cavernas cristalizadas del cuerpo.
Sombras aletargadas.
¿Fortalezas invencibles acaso?
Regimiento oscuro
    que presenta sus armas
        en este incierto batallar.

Río revuelto
    de inmemoriales y opacas turbulencias
        es mi tierra desangrada.
Y es por alzar banderas
    que suelen enemistarse los hombres.

Son golpes de espumas
    lo que truena
         en las costas sedientas.
Es antinatural lo que coarta al alma.

Paradojal esta conjunción de brazos
    que luchan/
desde la naciente misma
    de la semilla.
Paradojal el coloreo microcósmico
    de la fruta madurada.
Paradojal el diseño de arabescos
    sobre andamiajes y cornisas.
Paradojal mi canto/
    que pretende
        (ya en las postrimerías)
            estos vagos himnos de esperanza.

Una vez más
    son pétalos adormecidos en el temor
        los lazos rotos de las manos/
mientras el camino
    suele ser... ¡larga siembra de llagas!

No son los médicos
    quienes curan el corazón
sino la mirada amorosa
    de los ojos que se acercan.
¡Qué duro es convencer
    a los ángeles malditos
        de la alegría!

Te repito una vez más/
¡Que no te confundan mis ojos!
    si juegan/
en la luz de sus sombras.

AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 14 de abril de 2016

Qué se dice de la tarde

"Y qué se dice de la tarde, adentrándose en el anochecer... Quietud de manos y ojos reposando de la luz, a la espera de suaves resplandores de las estrellas, o de La Estrella...
Manto continental de penumbras, sumergiéndose, bajo el terciopelo de la noche...en la intimidad de sus caricias..."



viernes, 8 de agosto de 2014

Carroza de fuego - (Narrativa de Juan. C. L. Rojas)


La soledad, el aburrimiento; ver que todo el mundo se divertía mientras él estaba confinado entre esas murallas, le producía a veces intensas ganas de escapar. 
A la imperiosa necesidad de libertad se agregaba el fuego de la adolescencia, apremiándole, transmutándose en formas de travesuras y trasgresiones.  Recordó que era la última fecha de corsos y comparsas.
“De todos modos voy a ir”, pensó, “aunque se entere el gringo... es probable que algún vecino chismoso le cuente”. 

La sombra de la tarde caía sobre los naranjales; la quietud calurosa del día sumaba también al caldero de sus pensamientos.  -¡Iré de todos modos! –se dijo en voz alta reafirmando la decisión.  La fuerza del anhelo pudo más que el temor a las palizas y se preparó para viajar. A las nueve de la noche partiría el único micro hacia la capital correntina. Sin embargo, cuando se acercó a la salida, le sobrevino la duda consumiéndole minutos que no le sobraban.  -¡Maldito ruido del portón! –murmuró. “¡Es irremediable! ¡El doctor se va a enterar!”, pensó. Quedó paralizado.

La opresión implacable suele construir al miedo. Ese temor creaba en él la sensación de estar perseguido, pero su voluntad volvió a la carga; observó hacia un lado y el otro, se trepó al muro y saltó hacia la calle. La paranoia lo acompañó en la forma de muchos ojos que lo perseguían; pero avanzó deprisa, escapándose.  

“Almacén de ramos generales de Sáez y Cia.”, decía el letrero bien grande sobre la entrada del comercio. Un micro con el motor encendido, parado en la boca del galpón contiguo al negocio, le hizo acelerar el paso. Se dirigió a quien parecía ser el chofer, que esperaba fuera del transporte.
-¿Para ir a Corrientes, señor? -le preguntó. 
-¡Allá tenés que sacar pasaje, pibe! ¡Pero dale que nos vamos!
 –“Este se piensa que uno nace sabiendo”, pensó, mientras caminaba a sacar el pasaje. 
“Ya estoy en marcha, ¡deténganme si pueden!”, pensó, al tomar asiento. Su respiración y actitud denotaban sentido de logro. Ya no tenía la molestia de la indecisión rondándole en la mente; pero estaba aturdido, excitado en su alegría. No operaba en él otra cosa más intensa, que la fuerza de atracción por la libertad compeliéndolo entre las fibras del riesgo.  
-¡Pasajes! –se oyó en los asientos de adelante. 
Esa voz, elevada por sobre el murmullo de las conversaciones, cortó de manera abrupta sus pensamientos. Se puso lívido. Su palidez se enfrentó a la sonrisa burlona de quien avanzaba por el pasillo con un talonario en la mano.   
-¡Boletos!...¡Conque yendo de farra, eh! –le dijo el inspector, inclinándose sobre él mientras cotejaba los papeles. Atinó a esbozar una sonrisa tímida como respuesta, mientras pensaba: “¡Este chismoso metido! ¡Seguro que le va a contar al padre! ¡Ese viejo burlón, cuando se encuentre con el alemán!... ¡Se va a enterar!  Mientras pensaba esto, ya no veía a su interlocutor que aún estaba allí verificando el talón de pago, si no al panorama de su imaginación, donde se miraba a sí mismo, bailando al compás de las patadas y sopapos del alemán, propinadas como castigo por el paseo clandestino. La paranoia le hizo sentirse otra vez blanco de las miradas, pero dio un vistazo como al descuido y observó que había otras personas entre los pasajeros a quienes también conocía. Al verlos pensó: “Al fin de cuentas todos están ocupados en lo suyo”. Se recostó en el respaldo relajándose. 

Cuando llegaron no tuvo necesidad de preguntar la dirección del corsódromo; por las conversaciones que escuchó mientras viajaba, supo quiénes de los pasajeros se dirigían hacia allí y los siguió.  A medida que caminaba las pocas cuadras, los condimentos de la emoción dosificaban en su cuerpo la adrenalina que le hacía brillar los ojos y le daba un leve cosquilleo en el estómago. Música, serpentinas y luces acentuaban el clima de ambiente festivo; de algún lugar venían a mezclarse sonidos de percusión. Deprisa se metió entre la gente filtrándose hasta el centro más tumultuoso. Buscaba un lugar cómodo, donde pudiera ver; el apretujón le hacía transpirar y andar errático. Logro ubicarse, por fin, cerca de un grupo de chicos, tal vez por casualidad, o más bien porque sus ojos fueron arrastrados hacia allí con un imán poderoso, que doblegó totalmente sus miedos y pudores.

La niña (no tan niña por las curvas ostentosas y su modo de mirar) se contoneaba rítmica y delicadamente al son de la música. Toda su actitud era una inequívoca y graciosa invitación a lo sensual. 
-¿Y este deleite de mango maduro? –murmuró, mientras apuntaba sus ojos en el centro mismo de la mirada femenina que se desvió, luego de detenerse un instante en él. 
-¡Qué me importan las palizas! –murmuró otra vez-. ¡Todo lo que me habría perdido si no venía! 

La murga que inició el orden del desfile, aumentaba el sonido de parches y batientes al acercarse;  cada golpe de los tambores era también una excusa más para el acercamiento y el roce de los cuerpos.  Ahora la mirada de la niña volvía a él y entraba sin recato en el alma de sus ojos, en su sangre; dándole además la yapa de una sonrisa que inducía en sus deseos le interpretación de permisos inconfesables. 

-¡Tengo que acercarme un poco más! -se dijo, entre divertido y ansioso.  Volteretas de payasos ruidosos delante de la marcha, los distrajo por un momento del hechizo erótico. La comparsa, Copacabana, avanzaba con bailes y cánticos, entre brillos y luces, al compás de ritmos delirantes y estruendos, que cargaban molécula a molécula la libido adolescente. En lo alto de la carroza, la reina movía la hermosura de su cuerpo, vestida de tenues plumajes, al tiempo que parecía sonreírle a cada uno de los espectadores, de quienes se veía la respuesta en la excitación de sus ojos.  Pero Juancito Gómez, ya no dedicaba atención a esa belleza encumbrada en la sensual carroza de fuego, colmada de luces y ornamentos. Su generoso embeleso estaba allí, en la niña que cercana a él, no sólo le extraía sonrisas, sino también, le ponía burbujas en la sangre, susurros en los labios, que aunque no se escucharan con nitidez, ambos lo entendían.  Rozaron sus manos dos veces; a la tercera sensación de tibieza sobre su dorso, él tomó la de ella, mientras todo parecía moverse en la vorágine enloquecida. Ya no tenía noción de tiempo; sólo sentía instantes placenteros sucediéndose sin conciencia de transición.
“¿En qué momentos fue que la tomé de la cintura?”, pensaba embriagado de éxtasis, sonriente. La relación fluía sin esfuerzo, como el desenvolvimiento normal de la naturaleza. 
-¡Vamos! –leyó él en los labios de ella, que señalaba  la tarima donde se apoyaban sendos bafles.
Sin dejar de bailar, sin soltarse la mano, fueron desplazándose hacia ahí.
No tardaron los besos. Sin remordimientos se olvidaron del mundo.  Otra comparsa desfilaba ahora, entre serpentinas, espumas y matracas. Este grupo tenía más agilidad en el ritmo musical y el movimiento coreográfico. Mientras Copacabana se manifestaba en la suntuosidad de los atuendos y ornamentos, Ara Verá sobresalía en la belleza de las figuras del baile y de las jóvenes, enfundadas en su propia piel, con alguna escasa vestidura y brillos relucientes.  
Recostados en la tarima, él y la niña, vibraban acorde el sonar de los altavoces, pero también ellos estaban en sintonía y resonancia entre sí. El lenguaje de la mirada sugestiva de la niña otra vez actuó y Juancito Gómez entendió el favor de las circunstancias; ambos se sentaron a descansar (si vale como excusa), sobre una madera que unía las patas del mesón; pero eran ciegos espectadores del desfile; tal vez alguien lo era de sus besos.
Un hule misterioso, inesperado,  que cubría la parte libre de la tarima y que rozaba sus cabezas les llamó la atención.  
-Agarrá la tela con tu mano derecha  -le dijo él, al oído, mientras hacía lo mismo con su mano izquierda. Ella sonrió con ganas al darse cuenta de la picardía.
Fueron jalando el paño detrás de sus espaldas.  -Un poco más -le pidió él, y el hule tocó el piso. 
Algo continuaron hablando cada uno en el oído del otro, mientras la carroza de Ara Verá se acercaba lenta y monumental. Ambos se hallaban prestos y ansiosos, con su mano aún aferrando el orillo de la tela. Él observaba el desplazamiento de la sombra de la carroza; sombra que barría con lentitud al gentío en las primeras filas de las gradas; la gente embelesada dirigía sus ojos a lo alto de la muestra rodante, pero la atención de los jóvenes era algo simple: nada más que la ubicación de la carroza y su sombra al desplazarse, lo que ahora ya pasaba sobre y delante de ellos; y entonces con un sólo movimiento de sus brazos se ocultan; mientras una oscuridad barre el hule, y otra los cubre en su pequeño universo íntimo.  Rieron sólo unos instantes bajo la cubierta del pliego y los tablones; luego transformaron su risa en susurros, besos y caricias.
Se hallaban hundidos en el abismo del bullicio que ya no oían; solo sentían el placer en la paradójica comunión de jadeos y gemidos.   El camino sonoro de la noche fue perdiendo decibeles; fue menguando la intensidad de la algarabía; los ojos se alargaron en la despedida indeseable y golpeó el adiós impertinente a un momento juvenil sin preguntas y sin respuestas.
Ahora el regreso, con la soledad del pensamiento donde la niña aún permanecía en imagen, su cuerpo, sus ojos. 
Bocinazos insistentes le hicieron levantar la vista del suelo. Del Jeep, que en el medio de la calle aceleraba su partida, veía la efusividad de unas manos agitándose en una ventanilla; el saludo provenía de una silueta joven de mujer.  “¡El Jeep del intendente!” murmuró, mientras respondía al saludo.
“¡Es María!”, se convenció regodeándose entre incrédulo y regocijado.  Su amor inconfeso de séptimo grado, oculto en su corazón, la dueña de la mirada más hermosa, la que apoyaba el rostro en el pupitre sobre su brazo para mirarle desde una punta de la sala hasta el otro extremo donde se ubicaba él, ¡estuvo allí mismo, entre ese gentío, y no pudo verla! ¡Ahora va ahí, atrapada en el auto de su padre, el intendente de Paso de la Patria con quien trataba el alemán!

Su actitud oscilaba de regocijo a preocupación, de preocupación a regocijo. ¿Se enterará su tutor mediante esta nueva vía posible del chisme, acerca de  la travesura de haberse ido a Corrientes sin permiso?.  El viaje de regreso fue calmo y adormilado, pero con gran actividad de sus cavilaciones.  “¡Me saludó tan efusivamente!... ¿Será que me quiere?... Y yo jamás le dije lo que siento por ella, ¡qué bobo!... Pero esta... ¡qué regalo de carnaval!... Ofelia...  ¡Qué nombre, pero qué linda!...¡ni siquiera le pregunté la dirección!... Para qué, si nunca podríamos vernos. ¡Oh, Dios! ¡Qué es esto que se siente! ¿Gané?... ¿Perdí?... ¿Es placer o es angustia recordar? Otra vez el encierro, esperar... cuando sea no sé qué...”. 

Al llegar ya despuntaba el alba; entró sin recaudos ni temores. Presuroso acomodó todo en la casa, para que no muestre el aspecto de haber sido abandonada.   Pasada las ocho y media de la mañana, sonó una voz, llamando desde la vereda, frente al portón. 
-¡Juancito! ¡Abre!  Era el alemán; el doctor regresaba de su turno de trabajo en Isla del Cerrito.  Ese día transcurrió normal; en el siguiente se desencadenó lo que temía.  
A mitad de la mañana vio ingresar al intendente, acompañado del alemán, con unos papeles en la mano. Les oyó hablar acerca de la protección del hospital de Paso de la Patria por la peligrosa crecida del río. 
-¡Juancito, trae un asiento! -ordenó el doctor. El adolescente cumplió la orden y saludó inclinando la cabeza; seguido siempre de la atenta observación de su tutor. 
-¡Así que te fuiste a divertir anteanoche! –dijo ingenuamente el visitante con intención de entablar un diálogo con el joven, que demudó su rostro al instante. 
-¿Cómo? –preguntó el doctor, levantando de inmediato la cabeza con clara actitud de haber sido burlado. El adolescente ahora cambió su color, del pálido al rojo. 
-Nos vimos en el corzo... ¡bueno, el chico tiene que divertirse doctor! –dijo el intendente, tratando de enmendar el error involuntario de haberlo delatado. 
-¡¿Con el permiso de quién?! –vociferó el alemán, dando dos pasos hacia el chico. Este sintió un agudo dolor en el oído al ser jalado con fuerza desde el lóbulo de la oreja en una media vuelta alrededor de su verdugo. 
-¡O te enderezo, o te rompo! ¡Ya verás! –concluyó el alemán, dejando incertidumbre en cuanto a si concluyó, o no, el castigo.  

Lo que definitivamente no concluyó, era algo en lo profundo del espíritu o del alma del niño,  algo que tenía y faltaba al mismo tiempo.   La niña del corso no desaparecería de su mente pero ya no tendría cómo contactarse. Era una puerta más, de esas misteriosas, que se abren hacia el vacío. Vacío que quizás, algún día, signifique su libertad.


AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas



martes, 16 de octubre de 2018

Bajo trincheras

No son juncos
    los que se mueven en los secos cañadones/
No son ramas/
    ni flores marchitas agitándose.
Son los brazos
    son las manos
        de los hundidos en la tierra.

Liturgia de pañuelos blancos
    /batiendo/
        llora el aire.
...Y yo observo
    bajo una fresca hoja de trébol
        ¡los surcos profundos
    de esas frentes cansadas!

Alambre oxidado se retuerce
    sobre cercas arbitrarias
        de vacíos estamentos.
...¡Los iones de galvánica corriente
    atraviesan la oscura entraña del átomo!

Cada tanto se renueva en la historia
    infecunda languidez del espíritu/
y en los rediles...
    una misma cosa suelen ser
        pastores y lobos.

Los corazones fueron alguna vez
    santos continentes de sueños.

Hoy el Mar Muerto husmea impávido
    antiguos hedores y heridas abiertas.

Las banderas
costean la supervivencia con sangre derramada/
y la venganza florece de espurias semillas.

Vez tras vez
    regresan con fusiles
        los espinosos retoños.

Asustado/
bajo trincheras y fortalezas endebles
    continúa deambulando el Hombre.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

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