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domingo, 9 de octubre de 2016

Raíz de la emoción

Determinados gustos por cierto arte en particular, (mucho de ellos, populares), o del interior profundo de "provincianías", pueden no valer nada al sentimiento de muchos, y sin embargo pueden tocar las fibras íntimas de la emoción en otros...
Esto ocurriría, cuando se hallan en comunión la experiencia de ser y vida, junto a la reminiscencia y re-memoración de lo que fue esa vivencia en la conformación y base del sentimiento particular y sus raíces...
Es, cuando un escalofrío corre por la columna vertebral, y cuando un húmedo brillo en los ojos nos delata.



lunes, 3 de abril de 2017

Obra poética y prejuicios

Análisis de la obra poética

Tiempo y lugar, circunstancias y cultura, es lo que se debe incorporar en el análisis de la obra poética. A fin de que los prejuicios y limitaciones no nos avasallen.
Si no se es experto en el análisis, seguramente bastará, o será de gran ayuda,  la percepción munida de sentimiento honesto, para ver ese otro sentimiento, y del por qué, y  del motivo y génesis de la obra poética.
Juan C. L. Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=poética+

lunes, 20 de agosto de 2018

Es cierto


Los cristales están rotos
donde no se ven
    las palabras ciegas
        de mi corazón hundido.

Y aunque no creas
    esto es cierto...
esto del amor y el tambor añicos...
Y es cierto que llueve
    sobre estos cristales
        aunque no llueva.

Puedes enterarte además/
    que mi mente no teje fantasmas
que es cierto aquello del sentimiento/
que callan los truenos por dentro/
...Que pongo escaleras
    sólo para alcanzarte.

Hasta aquí domino el silencio...
   para que vivas...
        ¡Por Dios, nada menos!

Compruebo que es cierto...
Es cierto esto de la muerte lenta
    donde entre nubosas agonías
        las preguntas borbotean.

...¡Para qué mis versos
    si no cantan en tu pecho!
Para qué
    la  luz/    del poema/
        si no alumbra el verdadero.
Para qué...
Para qué mi siembra de colores
    en las paredes...
cuando no sé     si van tus ojos
    a donde mi amor te habla.

No.
No es juego.
Son ciertas las preguntas
    como esto que se clava en el pecho
        sin sangrar la piel.

Bueno...
Como cierto es
esta lluvia buena del desahogo
que ahora sí
    moja paredes y vidrieras...
y también mi rostro.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


jueves, 1 de junio de 2017

Apocalipsis

Apocalipsis

Algunas veces me atraviesa un pensamiento apocalíptico... Para nada humanista. Pero es viso de realidad, y lícita en la libre expresión.  Eso ocurre cuando el sentimiento se hace eco de lo que cada tanto desborda en el entorno inmediato o en el mundo; esa cierta malevolencia de la condición humana. ¿Sera por esa condición del Hombre que existe la muerte?... Sin embargo, ¡tantos inocentes son los que mueren!, mientras los inicuos de toda maldad pululan en rededor.
Juan C. L. Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=condición+

domingo, 14 de febrero de 2016

Un simple mensaje en San Valentín

¡Buen domingo para tod@s, amig@s, feliz día!
Mi mensaje simple para todos los amigos en el día de la amistad, o de los enamorados.
No soy romántico de fechas especiales, pero estoy.
No soy corresponsal de tarjetas maravillosas con ribetes dorados...
Felicito a los que tienen la alta atención de tales detalles especiales y bien apreciados.
Simplemente, van mis deseos de felicidad y bienestar para todos, transmitiéndoles, además, mi alta estima, afecto y sentimiento sincero en cada relación singular que tenemos.
A los enamorados, enamoradas, les auguro el rescate del valor de cada instante.
La poesía se halla en la esencia de las cosas, y a veces algún ser, con actitud de poeta, la rescata.
Un gran abrazo a cada uno y felicidades!!
¡Buen domingo para todos!




¡Buen domingo para tod@s, amig@s, feliz día!Mi mensaje simple para todos los amigos en el día de la amistad, o de los...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on domingo, 14 de febrero de 2016

domingo, 27 de diciembre de 2015

Poesía y certeza

"La poesía es la verdad subyacente del Todo y sus partes; el poeta, dispondrá, o no, del ángulo certero y tensión sobre el arco, en el que dispone a la saeta de sus versos construyendo el poema."


Juan Carlos Luis Rojas Muchas gracias, amigos... Mi pensamiento particular sobre esto suele ser polémico... Se habla muchas veces de poema y poesía como la misma cosa...
Para mi, un poema no siempre es poesía en sí mismo, más bien el poema puede develar, o no, a la poesía,... (es aquí donde estriba el arte del poeta).
Un poema puede tener poesía, o no, dependiendo de cómo el poeta puede hacer aflorar a ELLA (a la poesía), desde el objeto que es expresado y expuesto.
Me gusta la siguiente expresión que se aproxima a lo que abogo: "La palabra poesía proviene del término latino poesis, que a su vez deriva de un concepto griego. Se trata de la manifestación de la belleza o del sentimiento estético a través de la palabra, ya sea en versos o en prosa."
http://definicion.de/poesia/
Es para mi la recreación externalizada del objeto existente, circunstancias, o eventos, sean internos o externos al ser.
Se puede decir correctamente, que una cierta narrativa tiene poesía, sin que sea un poema en sí mismo.
Gracias a todos por pasar.. ¡Buen domingo!...
Alejandra Diaz,... Diana Malena Lozano,... Paloma Lynng,... Carmen Guardalopez,... Olga Gomez,... Juany Hdz,... Sofia Lopez G,... Yazmín Ferrero,...Maria Di Iorio,... YiRu Elisa Wu,... María Fernández Cuello,... Rafael Carima,...Jorge Portela Giner,... Susana Alba Reyes,... Marisa Ching Laufi,... Jacq Pa Ro,...

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miércoles, 19 de septiembre de 2018

El camino de la tarde

Ella. La tarde discreta; ya va cayendo por aquí, ociosamente, casi desapercibida de estos ojos ardientes... cansados quizás;  que sucumben en las luminosidades tenues del ocaso...
Y un tema que surge, por el empujón de algún pensamiento...
En esa lucha constante, entre raciocinio y sentimiento... esas confusiones habituales sobre amor y pasión,... donde a veces, suele mezclarse, dosificarse sabiamente; pero en otras ocasiones, despedazarse hasta el cataclismo.
El amor "verdadero" suele despuntar, emerger, en el sosiego, en la calma...   Aunque el amor, tiene su fuego y es bello, sólo cuando deja de implicar posesión o interés egoísta... Comprender esto necesita de la experiencia, aunque el hombre, el humano, suele tropezar varias veces con la misma piedra...
Juan Carlos Luis Rojas

martes, 10 de octubre de 2017

Hacia el nuevo hogar

(De la serie: "El niño, el muro... y la libertad" Juan C. L. Rojas

   En esa mañana de sol a pleno, su mente tejía confusos colores. No los colores que la hermosa mañana avivaba en los rosales y en las dalias exuberantes del jardín; no los tonos, verde pastel, de irupés y camalotes flotando en la laguna, allí, detrás de la casa; tampoco los del bosque allá, en la otra orilla misteriosa de esas aguas calmas. No, no eran esos los colores que ahora lo inquietaban, sino los que se movían en el profundo interior de su alma.
Sentía un estado de conciencia a medias, donde el factor dominante era la duda, la incertidumbre.
   Quizás porque no veía otra opción, su única respuesta era la que involucraba huir del pasado, entrando sin renuencias a las circunstancias que iban apareciendo delante de él, o a pesar de que le fueran impuestas; y que esto resultara en tapar los recuerdos, insuficientes afectos…, introduciéndose de lleno en el miedo y el dolor.
   Tal vez era una forma de buscar puertas de salida a todo eso, o una puerta de entrada que lo llevara a satisfacer alguna carencia que ni él mismo, por ser niño, entendía bien de qué se trataba.
Ya había escuchado algún comentario,... decisiones con respecto a él, palabras dichas a su espalda. "Los adultos deciden sobre la vida de un niño", pensaba, "después de todo el abuelo es bueno, aunque no sabe ni escribir. El también fue abandonado y encontrado en los bosques del Paraguay, cuando era chico. Al final no conoció ni a sus padres, sólo a un hermano, ya después de viejo... Dicen que la guerra…"
   Mientras en su pensamiento todo se mezclaba, vio a su abuelo acercarse. Este respiró hondo sofrenando un suspiro. Palmeó cariñosamente el hombro del niño en un gesto poco acostumbrado…
   -Vas a ir con el doctor, mi’jo. Seguro que vas a aprender muchas cosas –le dijo con una sonrisa que pretendía ocultar algunas lágrimas, las que aparecían inevitables y aumentaban el brillo de sus ojos azules.
El abuelo, de buen carácter, de fácil sonrisa, de porte físico mediano, sumamente trabajador y con el concepto de la honestidad grabada a fuego en la sangre, no sabía ni leer ni escribir y era casi el único sostén de la familia, que se componía más de nietos que de sus propios hijos.
   El espacio de tierra que poseía estaba siempre cultivado con árboles frutales, verduras, e incluso tabaco, que luego de cosechar con su esposa, lo procesaban caseramente para venderlo en el Paraguay o en el vecindario de la isla.
Tenía aves de corral y algún ganado vacuno que carneaba de tanto en tanto, y leche para consumo familiar. Todo esto le demandaba actividad desde la madrugada; porque además era empleado estatal de salud pública del Chaco. El pequeño sueldo obtenido, cubría apenas los gastos hogareños que no lograba hacerlo con la producción casera.
   Conformaban una buena sociedad el abuelo y la abuela; él, correntino; ella, paraguaya. El, atendiendo no sólo lo de la casa, sino también la actividad externa; y ella ocupándose de todo lo doméstico, aferrada a una pipa siempre humeante, y un rebenque eternamente bajo sus brazos con el que domaba tanto a niños como a los animales.
   El origen de la conformación familiar y el asentamiento en una isla del Chaco argentino, habría que rastrearlo en los vericuetos políticos, intereses económicos de las grandes urbes (corrupciones incluidas) y las guerras asociadas. Todos sus hijos nacieron en el Paraguay, y la mudanza fue la resultante de inestabilidades políticas. Pero, de todo esto, no siempre le llegan a un niño los elementos de la comprensión de sus orígenes o la atenuación de las consecuencias de esos desarrollos y sus resultados.
   El niño no entiende que en la burbuja de su pasado cercano y su origen ya están incluidos los condimentos de su presente.

   La lancha saldría a las once de la mañana hacia Paso de la Patria. La preparación para el viaje era escasa; pocas y modestas pertenencias; sin embargo la sensación que percibía era la de una marcha definitiva, un viaje sin regreso.
A la hora de la despedida, los primos y hermanos rondaban cerca, silenciosos, sin más expresión que los ojos bien abiertos clavados en él.
Miró por última vez hacia "el bajo", allí donde el río al crecer, descargaba algo de su fluido formando una laguna. Dio un vistazo a todo el panorama desde donde estaba un aliso estaqueado, hundido horizontalmente a ras de la tierra, en el borde del patio posterior de la casa; ese tronco estaba colocado ahí para detener la erosión del terreno. Prolongó su mirada hasta el fondo, allá donde acostumbraba a cantar la garza mora, cuando aparecía en el bosque al amanecer, del otro lado de la laguna. Volvió su mirada y la detuvo brevemente en el pequeño puerto improvisado, al que muchas veces despejó de irupés y camalotes, para el trabajo de lavanderas, que le estaba asignado a sus primas y hermana. Volvió más atrás su vista, nuevamente dirigida al borde del patio, bajo el árbol de paraíso donde en ese momento dormía Rompe, el viejo perro de la casa. Mientras tanto, Díquel, el perrito con que jugaba a menudo, parecía saber de su partida; giraba y giraba a su alrededor, moviendo incansable su corta cola.
   -Che cunumí (mi muchacho), atá ese animal –dijo el abuelo a otro de sus nietos.
Al fin se despidió. Saliendo de la finca, caminó por el pasillo largo ubicado a la izquierda. Debido a la sombra de los árboles la tierra todavía conservaba la humedad del rocío. Mientras caminaba surgía en su mente un replanteo insistente de cosas y circunstancias que traía el recuerdo.
Los mamones altos a su derecha, sumamente quietos, prolijamente en línea, como formados para guardia de honor, parecían decirle adiós en silencio. Detrás de esa línea de árboles frutales aparecía el mandiocal, que empezaba a asomar joven sobre la huerta. A la izquierda, flanqueaba su camino un alambrado de púas tensado sobre postes viejos, de los que en una oportunidad, uno de ellos no resistió el peso de su travesura rompiéndose; así pagó entonces, con sangre de sus piernas, el pase a la casa del vecino.
   Cerró el portón prolijamente y ajustó el cierre del bolso; mientras lo hacía, observó la puerta abierta del almacén de al lado; surgieron entonces en su retina los trazos gráficos de la libreta de crédito y con ello la semblanza del abuelo, su escrupulosidad en pagar la deuda sin pasar ni un día más de lo acordado.
A los once años de edad no entendía cabalmente la dinámica del dinero, pero sí sabía cómo afectaba su carencia por las restricciones que imponía, hasta en las necesidades tan vitales como la alimentación; es más, sabía que era debido a estas restricciones, y no sólo a la búsqueda de futuro, que tenía que marcharse.
Si bien ignoraba los parámetros con que se movía el mundo de los adultos, sí llevaba incorporada en su conciencia las normas del cumplimiento y la honestidad tantas veces platicada por el abuelo en los momentos de la sobremesa, especialmente después de la cena.
   En esta despedida no podía definir si en su sentimiento había realmente tristeza o era que pesaba más la curiosidad, la posible alegría de lo nuevo. Sin embargo sentía los abrazos de la isla, los de sus sombras y sus luces, la humedad cercana de los ríos, sus frescores; los sentía como el adiós a lo amado.
Subió al terraplén, callejón pavimentado y sinuoso bordeado de eucaliptos que lo llevaba hacia el puerto. Ahora, una voz que difundía el aire conseguía aquietar sus pensamientos; era el murmullo del río traído por el viento y también el sonido de las ramas de los árboles azotándose en sus copas. Caían las hojas y él se veía como una hoja más, ahora dejada al viento.
   Cuando bajó al muelle los tripulantes de la lancha estaban en los preparativos finales de carga; como casi siempre, había una mezcla de castellano y guaraní en el habla de la gente; eran generalmente conocidos entre sí y mezclaban cordialidad y bromas con la intensidad del trabajo.
   -¡Oh! Mba’éicha pa che ra’a (Como estás mi amigo). Vos sos el nieto de don Tabí, ¿no? -lo recibió cordialmente el lanchero.
   -Si, buen día, -contestó con algo de timidez.
-Así que te vas con el doctor Palowski… Me contó tu abuelo.
El lanchero hizo sonar sus palabras como apropiándose de cierto orgullo que suele darse cuando la humildad se une a la ignorancia; a veces, como una manifestación de solemnidad fetichista, dirigida hacia la formación profesional o a un determinado status social. Palowski es un apellido polaco, pero el doctor era alemán. Consiguió su nueva documentación con ayuda del Vaticano, cuando Alemania perdió la guerra. También obtuvo, con esa documentación y pasaporte, una orientación hacia qué países dirigirse; donde no fuera “molestado”.
-Sí –contestó parcamente el niño.
-Bueno, si querés, subí; acomodate donde puedas ch'amigo.
Subió con cuidado debido al balanceo de la lancha y se ubicó en el lateral de babor, para dejar libre el paso de carga por estribor, que era el lado por donde estaba amarrada la embarcación.

¿Son los recuerdos como ondas cósmicas del tiempo, circunstancias repitiéndose infinitamente? Así le parecía este momento; como un recuerdo convirtiéndose en concreta realidad presente.
Ahora, nuevamente se movía el mundo, su mundo infantil. Se movía con la lancha, con el muelle, con los árboles, y todo con el río. Como aquella vez, cuando vino a la isla en su primer regreso, cuando en esa oportunidad involucró también otra despedida, la de su padre. Sentía otra vez esta mezcla de recuerdo y realidad palpable. De nuevo vibró ese pequeño mundo solitario dentro de otro mundo mayor, desconocido e indiferente hacia él.

Ya todos a bordo y con el amarre liberado, la lancha se alejaba lentamente del muelle adentrándose en el río Paraguay, luego bajaría un corto tramo hacia el Paraná, que estaba allí nomás, a la vuelta del recodo de la isla. La turbiedad acentuaba el misterio del río que batía sus lenguas infinitas salpicando los rostros pensativos; también salpicaban los sueños, dentro de esas mentes casi adormecidas por el ruido del motor. Juancito miró hacia atrás; siempre le intrigó hacia dónde se dirigiría la extensión del río. ¿Qué hay río arriba?... Querría remontarlo alguna vez. ¿Es el deseo el embrión de un sueño? ¿Es el sueño un camino donde sólo hay que ponerse a andar? La luminosidad del espacio más abierto lo retrajo de sus pensamientos, cuando en ese punto de la navegación la desembocadura se abría ya casi tocando al río Paraná.
En dirección a proa no se veía la costa. Ahondó la mirada en el engañoso espacio infinito. En el horizonte sólo se veían algunas gaviotas. Volvió la vista hacia lo que dejaba atrás. Debajo de la popa el río espumaba blancura, la que contrastaba con los diferentes verdores de las costas (paraguaya y argentina) haciéndose más vivos gracias a el sol de la mañana.
-¿Querés un mate, Juancito? –le preguntó el lanchero, apartándole de su abstracción en el paisaje.
-No, muchas gracias don Arévalo –respondió, mientras modificaba su postura sobre un listón de la quilla, donde estaba apoyado.
Estaba ubicado cerca de la cabina y podía escuchar la conversación del lanchero y su ayudante.
-¡Cova co Gomecito ra’y! (¡Este es el hijo de Gomecito!) –continuó Arévalo, ahora dirigiéndose a su ayudante. Lo hizo con cierto tenor de respeto machista, a lo que se refería. Palas, el ayudante, no respondió.
-E jhendú pa jhina (¿Me estás escuchando?) –reclamó Arévalo, en tono burlón.
-A jhendú (Oigo), –respondió Salas, a desgano.
-Hijo’e tigre co cunumí (¡Es hijo de tigre este muchacho!) –enunció de nuevo Arévalo, con clara intención de zaherir a su compañero.
-¡Bah! ¡Maba pa tigre! (¡Bah, quién es tigre!) –dijo Palas, tratando de neutralizar la chanza infligida...
-¿Maba pa?... (¿Quien?...) Ja ja ja… Me dijeron, que con Gómez te salió mal lo de la rubia aquella.
-¡Bah! ¡No pasó nada! –se defendió Palas. Arévalo largó una risotada.
Como premisa inevitable, esta conversación llenó su mente de preguntas e inquietudes referidas a su padre. ¿Qué conocían de él estos hombres? ¿Cuáles fueron las andanzas de su padre por estos lugares? ¿Saldrá alguna vez de la cárcel? ¿Lo volvería a ver?
Ahora, la lancha entraba en el planchón más claro y amplio, al cruzar la línea divisoria que producen las corrientes y las diferentes turbiedades de las aguas. A la derecha del panorama de popa se desarrollaba la punta del continente paraguayo; esas barrancas también habrán de quedarse entre aquellas cosas que habrían de alimentar su curiosidad y se añadirían, a la sumatoria de inquietudes insatisfechas. Los monos carayaes estaban silenciosos en la silvestre vegetación; es en el ocaso cuando estos suelen alterar escandalosamente el silencio del lugar; sólo una canoa pequeña, tal vez pescadora, aparecía casi camuflada por el tupido follaje. A la izquierda todavía se notaba la isla en la prominencia de su cerro, el cual remataba su cresta con la fachada ambarina de la iglesia principal.
En este punto de la mirada, vino a su mente el recuerdo de aquellos preparativos inconclusos para el catecismo y los rituales religiosos que jamás pudo entender. Allí apareció en el recuerdo los juegos y travesuras, las andanzas en el bosque y en el río. "¿Volveré algún día a navegar sobre los troncos, los alisos traídos por la inundación?". Al volverse hacia babor, una estampa conocida pero casi fantasmal cortó sus pensamientos; desde el horizonte bajaba por el río una jangada; a lo lejos era sólo una tosca línea derivando sobre el agua. Encima de esa línea había una pequeña figura que parecía ser la de un hombre erguido y cerca de éste, la de otro hombre sentado. Aparentemente tomaban mate.
...Sí, eran hombres nomas, no fantasmas, los que navegaban sobre un tendal de maderas bañadas por el agua; pero a la distancia, el conjunto parecía un simple garabato dibujado en la página acuosa del horizonte. Bajaban a la velocidad lenta de la corriente sumada a la fuerza inercial del maderamen, el cual tenía un tamaño desproporcionado con relación a la cantidad de sus tripulantes.
De nuevo surgieron la inquietud y esas preguntas que se apilan en el arcón de los misterios que suele atesorar un niño. ¿Cómo es que a esa gigante acumulación de inerte vegetal, puede dominar y conducir un pequeño hombre cabalgando a la intemperie sobre la húmeda planchada de troncos?...
Pasó la jangada por atrás de la lancha; casi al filo de la distancia audible de un sapucai (grito); pasó con su respuesta de silencio. Golpeando con la instigación de la curiosidad a esa mirada de niño; mirada perdida ahora en la llanura blanca; perdida en el horizonte verde y en la opacidad de la distancia.
En el medio del río el motor de la embarcación con su ruido monótono jugaba a vencer los sentidos, sin embargo, muy tenue ahora, como esbozo de dibujante, empezaba a divisarse la otra costa, mientras la primera se perdía a lo lejos con la estela de la lancha.
Corrientes aparecía brillante bajo un día de sol al momento de la siesta provinciana de uno de sus pueblitos litoraleños, Paso de la Patria. El alemán, el doctor, con su uniforme de médico, estaba todo de blanco esperándolo ahí mismo en el muelle, parado a la media sombra de un techo de protección; tenía las manos detrás de la cintura y en su cabeza una gorra de tela floja que le caía sobre la frente y las orejas. Seguía inmóvil mientras amarraban la embarcación. El niño notaba sobre sí la mirada escudriñadora, persistente, sin más gesto que el silencio del alemán, que mostraba así, un atisbo de la actitud severa y militarizada con que era conocido; continuó así, aún hasta después de haber bajado el niño, y habérsele acercado.
-Buenas tardes, doctor –saludó entonces, Juancito.
-¡No, así no! -Reaccionó el alemán de manera áspera-. ¿A ver? ¡Párate bien!... Así, firme, e inclinas la cabeza… Ahora sí, buenas tardes.
Juancito obedecía mientras algunos pasajeros y tripulantes miraban sorprendidos, o risueños y en silencio, esa escena. –Le hizo repetir el saludo incluyendo todo el proceso formal.
Luego de esta primera lección caminaron callada y largamente hasta lo que sería su nuevo hogar. No podía evitar la tensión de ese silencio. El alemán caminaba a grandes zancadas delante de él, y su atuendo blanco, ahí, a un paso de distancia, irritaba sus ojos al reflejar la luz; el niño hacía descansar sus ojos dirigiéndolos hacia la gramilla amarillenta entre el polvo reseco del camino. A pesar de que el sol mostraba su fuerza desde arriba; en su optimismo de niño, Juancito lo sentía como un poderoso dios protector; optimismo al cual coadyuvaba la curiosidad sobre lo extraño del lugar, la conformación urbana, la ubicación más ordenada de las casas, las calles bien definidas, los autos, y otro tipo de gente.
En realidad quedaba sólo a unas cuadras el lugar a donde se dirigían, pero la incomodidad psíquica inducía en los sentidos la exagerada extensión del andar.
A la izquierda se podía ver algunos "lamparones" del río en los claros que se formaban entre árboles y edificaciones lindantes con la costa. Todo estaba calmo, no había viento y no se oían las olas rompiendo contra la barranca. El itinerario de la caminata la mantuvieron a una cuadra de distancia del río, y respecto del mismo, también esa era la ubicación de la casa del alemán.
Juancito comprendió que llegaban, cuando el alemán cruzó un puentecito sobre la cuneta, el cual daba frente a un portón de hierro y alambre tejido, justo en la mitad de la parcela amurallada. Esta encerraba huertas, árboles, chiquero, gallinero, jardines y dos casas; una en cada extremo del terreno.
El portón rechinó con estrépito al abrirse, pero no llamó la atención de una mujer que en ese momento regaba las plantas. Esta siguió en su labor mostrando total indiferencia a los recién llegados. Parecía malhumorada.
-¡Señora Antonia! –dijo en tono amonestador el alemán al acercarse. Sólo entonces, ella levantó la vista hacia él y dirigió una mirada de soslayo, casi reticente, al niño.
Esta escena dejó abierto en su entendimiento un panorama de curiosa incertidumbre que le producía un incómodo escozor, pero ahora, sin otra vía de salida, este era su nuevo hogar, y debería aceptarlo, aunque lo sintiera como una nueva imposición; un mandato que no podía, o no sabía cómo evitar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

martes, 31 de octubre de 2017

Misil de sombra

Misil de sombras

Luz inmóvil
   puliéndose en las hojas.
Luz inmóvil/
donde se adentra mi cuerpo
   hecho un violento misil de sombras.

Se encadena en mi corazón
   en la fragua del sentimiento/
y para siempre
cierro mi boca en el silencio.

Asperamente me abraza
   este arco verde.
¡Tallo vivo que se tensa!
   vaciando en los confines
      aljabas de pasión.

Luz inmóvil/
Espectral/
...¡Desorbitados cielos!
¡Atónitos cielos
   de incierta veracidad de la verdad!

Y esta luz inquieta me baña estupefacta...
¡Inquieren de mi
   sus ojos sinusoides
en su cuerpo intangible!

¿Dónde aprendiste
   a andar sobre las aguas?
Me pregunta.
¿Cómo fueron piedras los pantanos
   bajo tus pies?

Frente a tus propios ojos
   (respondí)...
anduvieron colibríes
   danzando sobre camalotes.

¿Cuál es tu pregunta al fin
   luz universal
que atraviesas el orden
   de eternos errabundos?

¡Luz inamovible!...
   que te pules en las hojas.
Luz inmóvil
   donde se adentra mi cuerpo
mi alma...
hecho un violento misil
   sólo de sombras.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

http://remerofantasmal.blogspot.com.ar/

lunes, 8 de diciembre de 2014

Amistad en internet

Universo de internet.
Es complejo el mundo de las relaciones en internet. En las redes sociales, y toda su globalidad... Como todo en la vida, tiene sus sabores y sinsabores,... lo bello de lo genuino y verdadero, aún al margen de lo fugaz o lo perdurable...
También hay riesgos; lo que requiere de las diversas inteligencias... en especial, (muchas veces), las inteligencias: estratégica y emocional.

Es necesario aprender a reconocer dónde uno está parado y delante de quién,... saber de las limitaciones que poseemos en el sistema; las acotaciones de tiempo, de espacio, de distancias, de posibilidades en todo sentido,... y entre ellas debe incluirse la factilidad económica. Nadie puede decir aquí, que,  (dependiendo donde se quiera llegar) no importa lo económico. Si uno tuviera la facilidad de tomar un avión e ir a dar un abrazo a un amigo, seguramente lo haría. En ese sentido las concreciones amorosas pueden tornarse irreales en lo tangible.

Reconocer dónde uno está "parado" significa entender la propia limitación, y también comprender (usando empatía), los condicionantes desconocidos del otro, aquel/aquella que interactúa con nosotros. Los humanos tenemos tendencia a generar, para nosotros mismos, expectativas desbordadas, carentes del equilibrio de lo justo y lo posible.

Sin embargo puedo presentir, sentir, saber... que puede ser una realidad el afecto, la amistad, el profundo sentimiento, y hasta en grado mayor aún, que en el transcurrir cotidiano de esa vida que llamamos "real", en contraposición a lo llamado "virtual". PERO TODO ESTO DEPENDE DE LAS PERSONAS INVOLUCRADAS, los individuos, la comunidad, nosotros mismos, la honestidad relativa de cada quien. El compartimiento y las reglas (tácitas o no), en esas asociaciones en donde nos movemos.
Si pensamos que todo es mentira, estaríamos cayendo en nuestra propia trampa, estaríamos haciendo realidad nuestros propios prejuicios, por correspondencia recibiríamos ese búmeran.

¡Atención! Aquí también aparecen los marginales,... delincuentes, aprovechadores, etc.

Internet es un inmenso mundo de infinitas posibilidades en venturas y desventuras, éxitos y fracasos en los diversos propósitos y objetivos que nos asisten.

En el mundo físico y "tangible" del entorno en donde vivimos cotidianamente existen variables de acciones e interacciones (amistad, entretenimiento, negocios, etc). Así también lo es en internet, y creo que está destinado a ser mayor aún, más amplio, más abarcador, más productivo, cualquiera sea su índole, abstracta, concreta, espiritual, física, etc.
Nuevamente: un mundo donde debemos aprender a manejar nuestras diversas inteligencias; aprendiendo y co-aprendiendo, la ética que nos revele como humanos de buena voluntad.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 24 de marzo de 2017

Canto del amante

Canto azul del amante
   que se vierte en las horas/
con destellos escondidos
   de festivas alboradas.

En un puño lleva
   la felicidad de un sueño
      y en el otro
         tristezas infinitas.

Cunden impotencias
   de alegrías que se truncan/
abruptas/
   sobre el corazón cansado.

Envejecer en juventud
   es la consigna/
con una bandera a cuestas
   de obcecadas esperanzas.

Suelen quedar melancolías
   tras el café que se esfuma
      y la ironía de la lluvia
         que empapa de nostalgias.

Es por el amor/
que este ser resigna
   epopeyas de auroras/
y es por el amor/
que puede cantarte
   el sentimiento de su piel
      y de su sangre.

Navego en el recuerdo de esta luz
   que me exilia del mundo
para dormirme
   en el laurel soñado de tu cuerpo/
para ver que nuestras sombras...
mutuas deambulan
   y se encuentran
      para estrecharse
         en el rincón fugaz
            de los abrazos.

Se arrebujan las fragancias/
de estas flores ardientes
   en los continentes desesperados
      del amor.

Me dejo caer
   como libre plumón
      de ave en cenizas.
Arranco el corazón
   y las alas de un sueño.
Arranco esta voz de Romeo
   y susurros dolientes.
Arranco este sentir
   que sigue aún
      latiendo en la piel.

Me dejo caer
   ahora
      como plumón sin dueño/
despojado
del aliento
y del llanto. 

Autor: Juan C. L. Rojas   

viernes, 15 de septiembre de 2017

La fuerza principal

La fuerza principal

"...Un ser sensible, "per se", (no se confunda con emocionable), tiende a captar más las profundidades de la vida, y eso es bueno; pero también necesita dosificar esa sensibilidad para algunas cosas; saber dónde y cómo enfocarlas, para no sufrir el estallido derribador y sorpresivo, que ocurre detrás de aquello, que no viene de lo que más esperamos, o que viene de lo que menos esperamos, sobre lo que ponemos nuestras mayores expectativas y anhelos; más aún cuando ello está conectado con el corazón, con el sentimiento; con el íntimo amor...
Debemos amar y dejarnos amar, pero sin embargo, a la vez, por nuestro bien, o del otro, es necesario que aprendamos a mantener cierto desapego, porque jamás uno debiera depender de lo externo. En tu interior debiera estar la fuerza principal que te alimenta, lo externo acéptalo y valóralo por añadidura. Las desilusiones vendrán, son partes de la vida; y no necesariamente son inexorables y definitivas; sólo debemos aprender de ellas; son experiencias del alma que nos vuelve a reorientar, y debieran hacernos más fuertes, para levantarnos con más decisión a enfrentar la vida y disfrutar de lo que sí tiene de bello, aún dentro de esas miles de mutilaciones de la carne y del espíritu..."
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=amor
Juan C. L. Rojas

martes, 29 de mayo de 2018

Sueño después del sueño

Pude soñarte
    una vez más esta noche
y arden mis ojos
    vueltos a la suave grama que transitas
        cuando la inquietud interroga de inmediato.

¿Dónde estarás
    cuando buscando la primera luz
        se abren las ventanas de mi ser?
¿Luz de quién
    entonces
        será tu rostro?

Y en esta mañana que te pienso/
cuando pretendo distraerme
    en el desenredo del silencio/
en esta mañana de ausencia y lejanía
¿Qué sentirá tu piel
qué tus manos
    añoradas de mis dedos?

El boceto de esta niebla de otoño
    divaga entre el recuerdo....
        y es así que me ilumina
            ...pero extraño sin embargo
        la danza discreta de tu andar...
    el fuego rítmico que encendemos/
La flor de tus labios conjugada en la sonrisa.

Veo tu luz
    en las sombras de la luz
        adentrándose en mi alma/
    con su brillo/
y la elocuencia completa de tu mirar.

Suena el ventanal de mi balcón...
    son los suspiros    descubro
        que se derrumban juguetones con el viento.

¿Volverás quizás    a cultivar
    al menos
        los surcos de mi calma solapada?...
Sólo me responden
    el misterio gris de esta niebla
        y el viento sibilante
    que atenaza a las paredes

¡Qué terco el sentimiento
    que deja este mensaje
        como un puente sublimado/
            un puente que se extiende
                 hacia la otra orilla ansiada del regreso!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

sábado, 13 de octubre de 2018

Las decepciones

Ellas, como todas las percepciones, pasan, fundamentalmente, en nuestra cabeza,... por cómo la recibimos, más que provenir realmente, de la fuente que creemos. ¡Tantas veces, tan prejuiciosa nuestra mente, que somos nosotros mismos los decepcionantes, y no los decepcionados en sentido real!
Lo que sí es cierto, que nadie debe dejar de vivir a causa de una decepción, sea está real, o solo sentida.
Tenemos además, la oportunidad  de re-ver nuestras conclusiones e investigar, investigarnos a nosotros mismos, si es verdadero el fundamento por el cual creímos haber sido decepcionados...
Suele circular una frase por ahí, que dice: "Nadie merece tus lágrimas". ¡Cuán desacertado! Hay muchos que sí, merecen mis lágrimas, porque significa que hubo un sentimiento, una sinceridad, una bonanza de parte nuestra. Si no, nuevamente nosotros  somos los "decepcionadores".
También puede suceder a la inversa, cuando idealizamos a alguien. Y esto también será nuestro error.
Si usáramos un poco de empatía, amor, comprensión, quizás empecemos  a ver desde otro punto de vista, y lleguemos a comprender que no hubo tal decepción, sino que, simplemente, había otros elementos que desconocíamos, y que nos ha llevado a tal errónea conclusión.
Juan Carlos Luis Rojas

miércoles, 3 de mayo de 2017

sábado, 4 de abril de 2015

Errores y críticas.

"Como sabes que los demás pueden tener tantos errores, o más que los propios, entonces debes, en tu ser y sentimiento, desautorizar la gravedad de sus críticas... Sólo escuchar y tomar lo que piensas que te sirven. No descaigas por ello"