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sábado, 3 de marzo de 2018

La tarde cómplice

Se encendió en crepúsculo la tarde

    cuando ya no estabas
y en tropiezo de sombras
    sucumbí a tu ausencia. 

Rodó la tarde en pasillos largos
    túneles de oscuridades quietas...
        y me habló con su voz silente. 

Desde sus banderolas
    los salones me espiaron discretos...
        y entre tanto
            de ti me habló la tarde
        desde su corazón misterioso    al mío.

Cayó mi sombra cabizbaja/
mis brazos rendidos/
mi rostro en bandejas
    de fríos pasamanos/
Metales hirientes
    de brumosas escaleras.

En sollozos    sordos
    confundí
        una voz rumorosa...

Resignada a la noche
la tarde cómplice
    consoló mi quimera
        acarició mi esperanza. 

¡Oh, esperar de nuevo!...
¡Un día siguiente
    para los besos rescatados!
¡Para liberar en júbilo
    a nuestros prisioneros esplendores! 

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


miércoles, 6 de julio de 2016

Fugaz

Y qué se dice de la tarde,
adentrándose en el anochecer...
Quietud de manos y ojos
reposando de la luz,
espera suave,
paciente,
al resplandor de las estrellas,
de La Estrella...
que brilla y ronda
en mi sendero
suburbial.
Manto continental de penumbras,
sumergiéndose,
bajo el terciopelo de la noche...
en la intimidad de sus caricias...
Y que se dice de la tarde
que te tiene
en sus ojos sorprendidos,
desprendidos del rostro del amor...
tímido candor
teñido del ocaso.
Y no es un ocaso
ni tu nombre
ni tu rostro...
con esos ojos tuyos
que parpadean en el éter
acercándome en sus ondas
la presencia viva
de tus manos
en las mías.
...Y qué diré de la tarde
donde creces en mi pensamiento
cuando no apareces,
apareces,
desapareces,
entre esas nubes tímidas
que te celan...
Y es cuando la luna
velada de rocío
me hace un guiño
para al fin
enviarte hacia mi
en el regocijo
fugaz
de un sueño.

jueves, 14 de abril de 2016

Qué se dice de la tarde

"Y qué se dice de la tarde, adentrándose en el anochecer... Quietud de manos y ojos reposando de la luz, a la espera de suaves resplandores de las estrellas, o de La Estrella...
Manto continental de penumbras, sumergiéndose, bajo el terciopelo de la noche...en la intimidad de sus caricias..."



miércoles, 22 de agosto de 2018

Injusticias recibidas


¡Tantas! puedes haber recibido de la desinteligencia del otro, de un mirar superficial de las  cosas, de un juzgar apresurado...
Pero, la corriente del tiempo harán decantar las aguas... Las vueltas de la vida darán una mejor comprensión de las cosas. Tal vez tarde para el que tenga que repensar; o no. Tarde para evitar las heridas.
Pero así es la vida. Es necesario fluir, olvidar y perdonar. Cada uno su propia copa ha de beber, en resultado del tiempo.
Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=tiempo

domingo, 3 de enero de 2016

Momentos

Camino,
rodando sobre sangre lenta,
sobre los pasos muertos de la tarde,
sobre las hojas secas,
agrisadas, de vientos inmemoriales.

Camino con la inercia de este andar,
bajo los ralos tallos de esta vejez,
la de los apremios...
persistencias de los olvidos.
Con el sabor en la espalda,
de salares amanecidos...
Camino lentamente,
como en tobilleras de condenado.

Camino,
y acaso no es caminar
sólo inercias en el turbón de las penas,
un resto de carbono en el silencio,
aberración del paisaje
donde aquellos ojos murmuran desesperados
como brazos de auxilio sobre un pantano,
como gritos impotentes en la distancia.

Camino, sobre esta vereda interminable
bajo el vigor de nubarrones
que nos alejan de la esperanza.

Camino sobre la espera
en la incertidumbre de los días
donde prerrogativas del sol decida
si habrá de secar pantanos, acaso,
o si secará la vida.

Ya no sé si camino.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

"Momentos"Camino, rodando sobre sangre lenta,sobre los pasos muertos de la tarde,sobre las hojas secas, agrisadas,...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on domingo, 3 de enero de 2016

domingo, 14 de febrero de 2016

Desde mis ojos

Que tu tarde
desde mis ojos vaya avanzando
hacia el sombreado de la noche...
esa noche donde tu soledad se adentra
aquietada en mi
donde silente memoras
cuando relumbran nuestras manos

en la luz de sus caricias...
Sigo caminando
desde mi sueño
desde este azul tranquilo
inmerso
de celestes brisas...
Recuerdos que conjugan,
crepúsculos y auroras,
donde los amaneceres ruedan
sobre la fusión multiforme
de nuestros cuerpos
y sábanas cómplices
que huyen desentendidas...
Mientras
la noche
a caldeado su silencio
en las estrellas
y resume en su rocío
gota a gota
sorbo a sorbo,
para decantar
su esencia
en cantares y gritos
en el gozo del amor,
esa ávida sed
de la pasión más bella
de todas las pasiones.



"Que tu tarde desde mis ojos, vaya avanzando hacia el sombreado de la noche..."Juan Carlos Luis Rojas
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on sábado, 30 de enero de 2016

miércoles, 19 de septiembre de 2018

El camino de la tarde

Ella. La tarde discreta; ya va cayendo por aquí, ociosamente, casi desapercibida de estos ojos ardientes... cansados quizás;  que sucumben en las luminosidades tenues del ocaso...
Y un tema que surge, por el empujón de algún pensamiento...
En esa lucha constante, entre raciocinio y sentimiento... esas confusiones habituales sobre amor y pasión,... donde a veces, suele mezclarse, dosificarse sabiamente; pero en otras ocasiones, despedazarse hasta el cataclismo.
El amor "verdadero" suele despuntar, emerger, en el sosiego, en la calma...   Aunque el amor, tiene su fuego y es bello, sólo cuando deja de implicar posesión o interés egoísta... Comprender esto necesita de la experiencia, aunque el hombre, el humano, suele tropezar varias veces con la misma piedra...
Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 14 de diciembre de 2017

A contraluz

Plena tarde
donde, allá,
rumora el bullicio
y aquí el silencio...

En la costura de su luz
se hilvanan los pasos
ahí, donde bulle la vida,
aquí la calma.

Tarde plena,
donde danzan
en vuelo del aire
sus trinos...
y aquí bucea
el pensamiento
en el torrente
del corazón...
Remecido
en lo oscuro
les saluda,
desde su luz,
y contraluz...
de su alegría
y su tristeza.

A la soberbia
del día
lo ha vencido,
en su quietud.

Autor: Juan C. L. Rojas

lunes, 26 de octubre de 2015

Lejanía, (guarania)

Lejanía

Lejano amor primero de mi niñez rohechaga’u                                  (te extraño)
lejano amor sublime ensueño azul mamópa reime                            (dónde estarás)
distante queda el recuerdo de aquellas tardes del mborayhu            (amor) 
que acuden a mi memoria como bandadas de pykasu                        (palomas)
recuerdos que queman mi alma porque hoy es triste che rekove       (mi vida)
por eso voy entonando este triste canto guaraniete.                           (en puro guaraní)
Rohechaga’u che mborayhumi mamópa reho che reja guive            (Te extraño mi amorcito dónde te fuiste al dejarme)
ani ne ñaña mitâkuñami ejumi jeýna che consolá                            (no seas mala niña mujercita, regresa por favor consuelame)
ha ko ka’aru che rejá guive che añó tyre’y aipykui tape                  (y en esa tarde me que dé huérfano, abandonado en el camino)
ñuatî che kutu che piru che kâ                                                           (una espina que me ha incado, flaca y seca,)
che py’a okái che rejá guive ako ka’aru.                                          (quemado mi alma al dejarme aquella tarde.)

Quisiera volver a ver tus risos de oro cual Tupâsy                          (Virgen)
que Dios por verte hermosa enjoyó con rayos de kuarahy               (Sol)
por eso vuela hasta ti esta mi canción de techaga’u                       (Añoranza)
impregnada de dolor porque ya no vienes che mokunu’û                (Con caricias y mimos)
evoco en la lejanía tu infantil figura Tupâsymi                              (Virgencita)
y mi almas pide a tu alma que vuelvas pronto juntito a mí.

Mi lejano amor, donde hoy estará, desde aquel día que me abandonó
ella no sabrá que sufro en silencio este gran vacío que al ir me dejó
y a pesar del tiempo yo vivo esperando ese día feliz en que volverá
entonces mi fe será hermosa luz
que irá alumbrando esas noches largas de mi orfandad.

Música y letra: HERMINIO GIMÉNEZ
Mi traducción...


LEJANÍA Lejano amor primero de mi niñez rohechaga'u lejano amor sublime ensueño azul mamópa reine distante queda el recuerdo de aquellas tardes del…
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martes, 11 de abril de 2017

Alumbrando penumbras

Pude llegar esta tarde
    a mi rincón de bohemias deshiladas...
         después de despedirte...
    Luego de vorágines ardientes ¿verdad?
En los lazos de la pasión y del amor.

Suspiro ahora ensueños
    de arpas y guaranias.
Respiro poemas/
y música que sublima los anhelos.
Siento tu voz diaria rondando mi sien/
    invitándome a callar/
a silenciar el grito ardiente
    que estalla en mi pecho.
¡Oh, ingenua y dulce!...
¿Le pides calma
    al corazón que no sabe olvidarte?...
El va más allá de su sangre
    y de nuestros cuerpos/
Más allá de las fronteras
    de llamas y torrentes inflamados.
Oh, mujer
    como a un niño, que no sueñe
        no le pidas al poeta que no sienta.

Trituro mi nostalgia
    cuando espera un milagro
        la esperanza obsecada/
Pero... acopia incertidumbre mi pasión.

¿Recuerda tu cuerpo a mis brazos?
¿Me recuerdas murmurándote al oído
    sintiendo tu corazón golpe a golpe
        tu piel palmo a palmo, lo recuerdas?

Se enrojece la tarde
    matizada de nubes azules.
La calidez de una brisa
    trae fantasmas de ternura/
horas del disfrute/
cotidiano trajín aderezado en el amor...
¡Es allí donde supimos con certeza
    de nuestro gozo subrepticio...
alumbrando en las penumbras.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

lunes, 18 de enero de 2016

Cuando te vas

                                              Imagen de internet: https://elcaballerodelverdegaban.files.wordpress.com/2015/09/8e392-                                                                        318842_511466752204968_1959608131_n.jpg?w=499&h=654
                                               

Envidio los lugares
donde te lleva la tarde
cuando se apaga en las penas
mi alegre silbo que inspiras.
Te pienso/
cuando en la mesa del café
me impregna
el burdo sabor a melancolía/
aún sabiendo que en cada sorbo
bebo tu grato recuerdo.
Arde en mi corazón la ansiedad impotente.
Quimeras.
Sueños.
Cambiar el destino.
Cuando ya aturdido me marcho/
y revientan en la vereda
los ojos ciegos de mis pies/
viene a mi
el cielo de las caricias robadas
y abres en mi pecho
(no sé si sabes)
una pena y una flor.
Pudiera yo
cocer en el vino amargo
la dura cerviz del delirio.
Pudiera el amor
romper las murallas del tedio/
abrir ventanas
de soles y dichas
para que auyenten
a estas tormentas del alma.
Cuando me envuelve la noche
en esta mendicidad resignada
me regala generosa
el poder de soñarte...
¡Que habrá un mañana
me cuenta
de esplendoroso cielo
que cantará nuestro amor!

Cuando te vasEnvidio los lugares donde te lleva la tarde cuando se apaga en las penas mi...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on viernes, 18 de diciembre de 2015

sábado, 19 de diciembre de 2015

En esta tarde, mi espíritu lo siente a Shubert

Y seré reiterativo...

En esta tarde la sensibilidad de mi espíritu memora a Shubert, en esta cadencia dulce, donde las sombras bajan, y bellamente, su cáliz musical sostiene al alma.








Buenas noches, buen descanso a todos, familia, amigos...Juan Carlos Luis Rojas
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on domingo, 6 de diciembre de 2015

viernes, 22 de enero de 2016

Entre canciones

                                     Imagen de internet: https://i.ytimg.com/vi/k5qk8aKsgFk/hqdefault.jpg

Cayeron los naipes sobre el estrado de la vida
   y mostraron los recursos secretos
      que afilan la punta del destino
         desde la fragua ardiente de la pasión.

Piel de flor
   lozana de alegría y plenitud
       ¡tiemblas!
Bajo la fuerza tierna del abrazo.

Mientras/
    la tarde reparte
      brotes perfumados de amor...

Tarde santa de esperanzas
donde los anhelos alcanzan sus cumbres
   en los pasos del sueño.

Volvemos a sentir la luz
   sobre el campo de la mirada.
Ya ha decrecido la tormenta oscura del dolor.

Canción de hojas.
Canción de ceibos florecidos.
Canción de silencios sobre el espejo del lago.
Canción de penumbras y brasas de sol entre el follaje
   y en el comienzo de la noche nos miran
los ojos sorprendidos de la Luna.

Urdimbre de seda tus caricias
   volcadas en el cántaro fresco
      del placer y de la dicha.

...y detener el tiempo quiere
   el anhelo torrentoso de vivir.
Detener el pulso del reloj quiere
   la cima de la dicha y de la calma
allí donde enseñamos la lección /
aquella que prohíbe
   prohibir el amor.

sábado, 21 de febrero de 2015

Asistencia a la marcha F18

19-2-15
Buena tarde de jueves a todos, familia, amigos...
...Fui a la ‪#‎marcha‬ ‪#‎F18‬, que a pesar de la lluvia estuvo espectacular, con un ejemplo de civismo, sin desórdenes ni violencias...
Ojalá los poderes de turno, (sean, políticos del poder ejecutivo, legislativo y judicial, o cualquiera), se pongan las barbas en remojo y se dispongan, a conducirse, ¡alguna vez!, sin soberbias, si fanatismos, y se limpien de corrupciones, y no pongan trabas a la justicia.
Ese es mi deseo, pero, lamentablemente, dada la necedad increíble que suele tener el ser humano, (recordemos que inteligencia, sólo inteligencia, no es sabiduría), mi esperanza tiene cierta desesperanza; a veces, (a veces), los "ideologismos", los sectarismos, partidismos, fundamentalismos, arrastran a esquemas cerrados donde la sabiduría no tiene cabida, entonces, la flexibilidad, la apertura mental, la posibilidad de ver al otro usando empatía se hace difícil.
Queda en cada uno de nosotros intentar levantar una pequeña luz al mundo.
Un abrazo desde Buenos Aires:

viernes, 24 de marzo de 2017

Heridas y derrotas

Hiere el adiós
    como un hacha etérea/
Cuando cae su filo
    invisible y cruel.

Se deslizan entre sí las manos
    /rozándose/
hasta el último contacto
    en la punta de sus dedos...
        /despidiéndose/
Sólo un café amargo queda
    para endulzar esta melancolía.

La ansiedad construye
   sus alas temblorosas
        que torna a la ternura
            torpe y sin sentido.

Cuando se aquietan mis manos
    frías    y distantes de tu piel
no sé si es tal su conquista
    como el derecho de mis dedos
        en tus senos solazarse.

¿Por qué estos pasos míos/    tercos/
    van con vos hacia la cima incierta
si yo bien sé
    que volverán rodando en la pendiente
tras el golpe cruel de lo imposible?

Eslabones perdidos de historias quedan
    en la cadena de la vida/
Suenan/
    como heridas y derrotas
y como siempre... ¿hasta cuándo?

El débil cordón de plata que nos une
    se funde cada tarde
        en la flama dolorosa del adiós.

¿Es sólo fugaz aventura de un sueño
    lo que me marcan tus ojos   
        cuando juegan su ironía en la sonrisa?

Arremete a veces el secreto punzante
    de tu palabra abrupta y callada/
¿Me dice, acaso, su silencio
    lo superfluo...
        lo imposible de este amor?

Autor: Juan C. L. Rojas

jueves, 25 de mayo de 2017

Hoy, 25 de mayo del 2.017


Avanzando la tarde lluviosa en Buenos Aires...
Transcurriendo la celebración patria de la Revolución de Mayo...

Pienso...

De que nos sirve el pasado si con ello, no aprendemos a afianzar el presente.

Veo que, a muchos pueblos nos falta hacer otra gran revolución...

La revolución de la honestidad y del trabajo.
Poner en donde deben estar a tantos políticos corruptos y ladrones.
Hipócritas que se llenan la boca demagogicamente, con discursos altisonantes, para luego traicionar sus mismas palabras con su desfachatez delictiva, despojando a la gente y al país de sus sueños y recursos.

Pienso también, que hay cierta indiferencia e indolencia colectiva, al no ser más selectivos en la elección de sus gobernantes...
Gente que piensan la política como a un partido de fútbol; por sólo la ganancia de sus colores; sin ver, si han sido tramposos o no, en sus funciones.

¡Viva la patria!...
Pero no la patria que he mencionado, sino, una patria que sea honesta, de trabajo y de justicia. Donde sepamos discernir lo bien hecho, y lo que no; y por lo tanto, dejar de apoyar a los corruptos por dádivas y prebendas, o por el sólo  hecho de tener un color determinado.

Basta ya de fanatismos; de ser dependientes de la ignorancia, y de las tutelas que no dejan crecer.

Ya somos "mayorcitos", basta de drcir que somos un país joven. Sepamos afrontar nuestras responsabilidades colectivas de manera pensante y ecuánime; en pos del consenso de la razón, y no de autonomias, falsas revoluciones y grietas.

Es hora de crecer.
Juan C. L. Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=pensar

lunes, 24 de abril de 2017

¿"Bestialidad" o flexibilidad de las revoluciones?


Ya hemos entrado en el siglo 21 (más los años de "yapa" en la antigüedad del hombre), sin embargo, aún tenemos los humanos, testarudez anacrónica con respecto a los movimientos de la historia...
La historia nos dice, a los que tenemos la sangre inquieta, el corazón vibrante, anhelante  de mejorar la vida y las sociedades, y también  a los que se creen "iluminados"... nos dice, con el desenvolvimiento de los hechos y la evolución del pensamiento,  que ya debería haber pasado el tiempo de los cañones, el tiempo de la berborragia vociferante a voz en cuello, que ya pasó el tiempo de ideologías concentradas en fanatismos, ya paso el tiempo de levantar los puños amenazantes... que no es tiempo de "bestialidad" en las revoluciones contemporáneas, que es hora del consenso inteligente, la estrategia diplomática, la "cintura" política en los pasos y caminos hacia el logro.
Los seguidores honestos, además, deberían estar alertas a las "lumbreras" engañosas, los  oportunistas de la desesperación; y que no puede haber ninguna revolución sana en la mano de los corruptos, que tarde o temprano brotará  la semilla de su mal.
Juan C. L. Rojas
https://todo-es-uno.blogspot.com.ar/search?q=humano+

viernes, 8 de agosto de 2014

Carroza de fuego - (Narrativa de Juan. C. L. Rojas)


La soledad, el aburrimiento; ver que todo el mundo se divertía mientras él estaba confinado entre esas murallas, le producía a veces intensas ganas de escapar. 
A la imperiosa necesidad de libertad se agregaba el fuego de la adolescencia, apremiándole, transmutándose en formas de travesuras y trasgresiones.  Recordó que era la última fecha de corsos y comparsas.
“De todos modos voy a ir”, pensó, “aunque se entere el gringo... es probable que algún vecino chismoso le cuente”. 

La sombra de la tarde caía sobre los naranjales; la quietud calurosa del día sumaba también al caldero de sus pensamientos.  -¡Iré de todos modos! –se dijo en voz alta reafirmando la decisión.  La fuerza del anhelo pudo más que el temor a las palizas y se preparó para viajar. A las nueve de la noche partiría el único micro hacia la capital correntina. Sin embargo, cuando se acercó a la salida, le sobrevino la duda consumiéndole minutos que no le sobraban.  -¡Maldito ruido del portón! –murmuró. “¡Es irremediable! ¡El doctor se va a enterar!”, pensó. Quedó paralizado.

La opresión implacable suele construir al miedo. Ese temor creaba en él la sensación de estar perseguido, pero su voluntad volvió a la carga; observó hacia un lado y el otro, se trepó al muro y saltó hacia la calle. La paranoia lo acompañó en la forma de muchos ojos que lo perseguían; pero avanzó deprisa, escapándose.  

“Almacén de ramos generales de Sáez y Cia.”, decía el letrero bien grande sobre la entrada del comercio. Un micro con el motor encendido, parado en la boca del galpón contiguo al negocio, le hizo acelerar el paso. Se dirigió a quien parecía ser el chofer, que esperaba fuera del transporte.
-¿Para ir a Corrientes, señor? -le preguntó. 
-¡Allá tenés que sacar pasaje, pibe! ¡Pero dale que nos vamos!
 –“Este se piensa que uno nace sabiendo”, pensó, mientras caminaba a sacar el pasaje. 
“Ya estoy en marcha, ¡deténganme si pueden!”, pensó, al tomar asiento. Su respiración y actitud denotaban sentido de logro. Ya no tenía la molestia de la indecisión rondándole en la mente; pero estaba aturdido, excitado en su alegría. No operaba en él otra cosa más intensa, que la fuerza de atracción por la libertad compeliéndolo entre las fibras del riesgo.  
-¡Pasajes! –se oyó en los asientos de adelante. 
Esa voz, elevada por sobre el murmullo de las conversaciones, cortó de manera abrupta sus pensamientos. Se puso lívido. Su palidez se enfrentó a la sonrisa burlona de quien avanzaba por el pasillo con un talonario en la mano.   
-¡Boletos!...¡Conque yendo de farra, eh! –le dijo el inspector, inclinándose sobre él mientras cotejaba los papeles. Atinó a esbozar una sonrisa tímida como respuesta, mientras pensaba: “¡Este chismoso metido! ¡Seguro que le va a contar al padre! ¡Ese viejo burlón, cuando se encuentre con el alemán!... ¡Se va a enterar!  Mientras pensaba esto, ya no veía a su interlocutor que aún estaba allí verificando el talón de pago, si no al panorama de su imaginación, donde se miraba a sí mismo, bailando al compás de las patadas y sopapos del alemán, propinadas como castigo por el paseo clandestino. La paranoia le hizo sentirse otra vez blanco de las miradas, pero dio un vistazo como al descuido y observó que había otras personas entre los pasajeros a quienes también conocía. Al verlos pensó: “Al fin de cuentas todos están ocupados en lo suyo”. Se recostó en el respaldo relajándose. 

Cuando llegaron no tuvo necesidad de preguntar la dirección del corsódromo; por las conversaciones que escuchó mientras viajaba, supo quiénes de los pasajeros se dirigían hacia allí y los siguió.  A medida que caminaba las pocas cuadras, los condimentos de la emoción dosificaban en su cuerpo la adrenalina que le hacía brillar los ojos y le daba un leve cosquilleo en el estómago. Música, serpentinas y luces acentuaban el clima de ambiente festivo; de algún lugar venían a mezclarse sonidos de percusión. Deprisa se metió entre la gente filtrándose hasta el centro más tumultuoso. Buscaba un lugar cómodo, donde pudiera ver; el apretujón le hacía transpirar y andar errático. Logro ubicarse, por fin, cerca de un grupo de chicos, tal vez por casualidad, o más bien porque sus ojos fueron arrastrados hacia allí con un imán poderoso, que doblegó totalmente sus miedos y pudores.

La niña (no tan niña por las curvas ostentosas y su modo de mirar) se contoneaba rítmica y delicadamente al son de la música. Toda su actitud era una inequívoca y graciosa invitación a lo sensual. 
-¿Y este deleite de mango maduro? –murmuró, mientras apuntaba sus ojos en el centro mismo de la mirada femenina que se desvió, luego de detenerse un instante en él. 
-¡Qué me importan las palizas! –murmuró otra vez-. ¡Todo lo que me habría perdido si no venía! 

La murga que inició el orden del desfile, aumentaba el sonido de parches y batientes al acercarse;  cada golpe de los tambores era también una excusa más para el acercamiento y el roce de los cuerpos.  Ahora la mirada de la niña volvía a él y entraba sin recato en el alma de sus ojos, en su sangre; dándole además la yapa de una sonrisa que inducía en sus deseos le interpretación de permisos inconfesables. 

-¡Tengo que acercarme un poco más! -se dijo, entre divertido y ansioso.  Volteretas de payasos ruidosos delante de la marcha, los distrajo por un momento del hechizo erótico. La comparsa, Copacabana, avanzaba con bailes y cánticos, entre brillos y luces, al compás de ritmos delirantes y estruendos, que cargaban molécula a molécula la libido adolescente. En lo alto de la carroza, la reina movía la hermosura de su cuerpo, vestida de tenues plumajes, al tiempo que parecía sonreírle a cada uno de los espectadores, de quienes se veía la respuesta en la excitación de sus ojos.  Pero Juancito Gómez, ya no dedicaba atención a esa belleza encumbrada en la sensual carroza de fuego, colmada de luces y ornamentos. Su generoso embeleso estaba allí, en la niña que cercana a él, no sólo le extraía sonrisas, sino también, le ponía burbujas en la sangre, susurros en los labios, que aunque no se escucharan con nitidez, ambos lo entendían.  Rozaron sus manos dos veces; a la tercera sensación de tibieza sobre su dorso, él tomó la de ella, mientras todo parecía moverse en la vorágine enloquecida. Ya no tenía noción de tiempo; sólo sentía instantes placenteros sucediéndose sin conciencia de transición.
“¿En qué momentos fue que la tomé de la cintura?”, pensaba embriagado de éxtasis, sonriente. La relación fluía sin esfuerzo, como el desenvolvimiento normal de la naturaleza. 
-¡Vamos! –leyó él en los labios de ella, que señalaba  la tarima donde se apoyaban sendos bafles.
Sin dejar de bailar, sin soltarse la mano, fueron desplazándose hacia ahí.
No tardaron los besos. Sin remordimientos se olvidaron del mundo.  Otra comparsa desfilaba ahora, entre serpentinas, espumas y matracas. Este grupo tenía más agilidad en el ritmo musical y el movimiento coreográfico. Mientras Copacabana se manifestaba en la suntuosidad de los atuendos y ornamentos, Ara Verá sobresalía en la belleza de las figuras del baile y de las jóvenes, enfundadas en su propia piel, con alguna escasa vestidura y brillos relucientes.  
Recostados en la tarima, él y la niña, vibraban acorde el sonar de los altavoces, pero también ellos estaban en sintonía y resonancia entre sí. El lenguaje de la mirada sugestiva de la niña otra vez actuó y Juancito Gómez entendió el favor de las circunstancias; ambos se sentaron a descansar (si vale como excusa), sobre una madera que unía las patas del mesón; pero eran ciegos espectadores del desfile; tal vez alguien lo era de sus besos.
Un hule misterioso, inesperado,  que cubría la parte libre de la tarima y que rozaba sus cabezas les llamó la atención.  
-Agarrá la tela con tu mano derecha  -le dijo él, al oído, mientras hacía lo mismo con su mano izquierda. Ella sonrió con ganas al darse cuenta de la picardía.
Fueron jalando el paño detrás de sus espaldas.  -Un poco más -le pidió él, y el hule tocó el piso. 
Algo continuaron hablando cada uno en el oído del otro, mientras la carroza de Ara Verá se acercaba lenta y monumental. Ambos se hallaban prestos y ansiosos, con su mano aún aferrando el orillo de la tela. Él observaba el desplazamiento de la sombra de la carroza; sombra que barría con lentitud al gentío en las primeras filas de las gradas; la gente embelesada dirigía sus ojos a lo alto de la muestra rodante, pero la atención de los jóvenes era algo simple: nada más que la ubicación de la carroza y su sombra al desplazarse, lo que ahora ya pasaba sobre y delante de ellos; y entonces con un sólo movimiento de sus brazos se ocultan; mientras una oscuridad barre el hule, y otra los cubre en su pequeño universo íntimo.  Rieron sólo unos instantes bajo la cubierta del pliego y los tablones; luego transformaron su risa en susurros, besos y caricias.
Se hallaban hundidos en el abismo del bullicio que ya no oían; solo sentían el placer en la paradójica comunión de jadeos y gemidos.   El camino sonoro de la noche fue perdiendo decibeles; fue menguando la intensidad de la algarabía; los ojos se alargaron en la despedida indeseable y golpeó el adiós impertinente a un momento juvenil sin preguntas y sin respuestas.
Ahora el regreso, con la soledad del pensamiento donde la niña aún permanecía en imagen, su cuerpo, sus ojos. 
Bocinazos insistentes le hicieron levantar la vista del suelo. Del Jeep, que en el medio de la calle aceleraba su partida, veía la efusividad de unas manos agitándose en una ventanilla; el saludo provenía de una silueta joven de mujer.  “¡El Jeep del intendente!” murmuró, mientras respondía al saludo.
“¡Es María!”, se convenció regodeándose entre incrédulo y regocijado.  Su amor inconfeso de séptimo grado, oculto en su corazón, la dueña de la mirada más hermosa, la que apoyaba el rostro en el pupitre sobre su brazo para mirarle desde una punta de la sala hasta el otro extremo donde se ubicaba él, ¡estuvo allí mismo, entre ese gentío, y no pudo verla! ¡Ahora va ahí, atrapada en el auto de su padre, el intendente de Paso de la Patria con quien trataba el alemán!

Su actitud oscilaba de regocijo a preocupación, de preocupación a regocijo. ¿Se enterará su tutor mediante esta nueva vía posible del chisme, acerca de  la travesura de haberse ido a Corrientes sin permiso?.  El viaje de regreso fue calmo y adormilado, pero con gran actividad de sus cavilaciones.  “¡Me saludó tan efusivamente!... ¿Será que me quiere?... Y yo jamás le dije lo que siento por ella, ¡qué bobo!... Pero esta... ¡qué regalo de carnaval!... Ofelia...  ¡Qué nombre, pero qué linda!...¡ni siquiera le pregunté la dirección!... Para qué, si nunca podríamos vernos. ¡Oh, Dios! ¡Qué es esto que se siente! ¿Gané?... ¿Perdí?... ¿Es placer o es angustia recordar? Otra vez el encierro, esperar... cuando sea no sé qué...”. 

Al llegar ya despuntaba el alba; entró sin recaudos ni temores. Presuroso acomodó todo en la casa, para que no muestre el aspecto de haber sido abandonada.   Pasada las ocho y media de la mañana, sonó una voz, llamando desde la vereda, frente al portón. 
-¡Juancito! ¡Abre!  Era el alemán; el doctor regresaba de su turno de trabajo en Isla del Cerrito.  Ese día transcurrió normal; en el siguiente se desencadenó lo que temía.  
A mitad de la mañana vio ingresar al intendente, acompañado del alemán, con unos papeles en la mano. Les oyó hablar acerca de la protección del hospital de Paso de la Patria por la peligrosa crecida del río. 
-¡Juancito, trae un asiento! -ordenó el doctor. El adolescente cumplió la orden y saludó inclinando la cabeza; seguido siempre de la atenta observación de su tutor. 
-¡Así que te fuiste a divertir anteanoche! –dijo ingenuamente el visitante con intención de entablar un diálogo con el joven, que demudó su rostro al instante. 
-¿Cómo? –preguntó el doctor, levantando de inmediato la cabeza con clara actitud de haber sido burlado. El adolescente ahora cambió su color, del pálido al rojo. 
-Nos vimos en el corzo... ¡bueno, el chico tiene que divertirse doctor! –dijo el intendente, tratando de enmendar el error involuntario de haberlo delatado. 
-¡¿Con el permiso de quién?! –vociferó el alemán, dando dos pasos hacia el chico. Este sintió un agudo dolor en el oído al ser jalado con fuerza desde el lóbulo de la oreja en una media vuelta alrededor de su verdugo. 
-¡O te enderezo, o te rompo! ¡Ya verás! –concluyó el alemán, dejando incertidumbre en cuanto a si concluyó, o no, el castigo.  

Lo que definitivamente no concluyó, era algo en lo profundo del espíritu o del alma del niño,  algo que tenía y faltaba al mismo tiempo.   La niña del corso no desaparecería de su mente pero ya no tendría cómo contactarse. Era una puerta más, de esas misteriosas, que se abren hacia el vacío. Vacío que quizás, algún día, signifique su libertad.


AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas