google-site-verification: google46388f1eb819cd28.html Todo es uno: Resultados de la búsqueda de sol
Mostrando las entradas para la consulta sol ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas
Mostrando las entradas para la consulta sol ordenadas por relevancia. Ordenar por fecha Mostrar todas las entradas

jueves, 14 de abril de 2016

Río Paraná, despierta poesía

Viejo Paraná
Antiguo arriero de peces, dorado río,
por tu camino de siglos bajando vas,
desde donde su farol enciende la luna
hasta las islas frutales del litoral.
Sus soles tus lomos queman en el estío,
barrancas, islas y playas te ven pasar,
arriba lames las garras de ariscos pumas
abajo reflejas luces de la ciudad.
Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná.
Asoman en tus riberas como otros días
las bellas formas trigueñas del guaraní,
pero revive en el alma de los isleños
la raza vieja que otrora reinara allí.
Quien fuera, me dijo un día mirando el río,
como las aguas tranquilas del Paraná,
que no conservan las huellas de los navíos,
y así las penas del alma poder borrar.
Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná
(Polca canción)
Letra y Música: Edgar Romero Maciel - Albérico Mansilla














"Agua y sol del Paraná"

Por el rio Paraná,
aguas arriba navego.
El sol quema como fuego
en la siesta litoral.

Bordeando el camalotal:
pacu, surubí dorado
van navegando a mi lado
por el rio Paraná.

La canoa lenta va
hiriendo el pecho del río,
sauce triste, ceibo mío,
en sus orillas está.

Azul el jacarandá,
aromó sus ramas de oro,
derramando su tesoro,
sobre el río que se va.

El agua me ha de llevar;
nadie sabe hasta que puerto;
hay solo un destino cierto:
la pampa amarga del mar.

Viejo río Paraná:
aguas marrones y bravas
y en lo alto crestonadas
no terminan de silbar

Tristeza me da el ceibal,
sangrando sobre el verano:
si parecemos hermanos,
en el modo de llorar

Ya mi canción se me va,
aguas abajo del río,
mientras sigo mi destino
remontando el Paraná.

Rio arriba, rio va
contra la oscura corriente
agua y sol sobre mi frente
agua y sol del Paraná.

Letra: Miguel A. Brascó
Música: Ariel Ramírez








El jangadero

Río abajo voy llevando la jangada,
río abajo por el alto Paraná.
Es el peso de la sombra derrumbada,
que buscando el horizonte bajará.

Río abajo, río abajo, río abajo:
a flor de agua voy sangrando esta canción.
En el sueño de la vida y el trabajo
se me vuelve camalote el corazón

Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
con el anhelo del agua que se va.

Padre río, tus escamas de oro vivo
son la fiebre que me lleva más allá.
Voy detrás de tu horizonte fugitivo
y la sangre con el agua se me va

Banda, banda; sol y luna; cielo y agua:
espejismo que no acaba de pasar.
Piel de barro, fabulosa lampalagua:
me devora la pasión de navegar.

Jangadero, jangadero:
mi destino por el río es derivar
desde el fondo del obraje maderero,
conn el anhelo del agua que se va.

Letra: Jaime Dávalos
Música: Eduardo Falú








"El Paraná en una zamba"

Brazo de la luna que, bajo el sol,
el cielo y el agua rejuntará.
Hijo de las cumbres y de las selvas,
que extenso y dulce recibe el mar.

Sangra en tus riberas el ceibo en flor
y la pampa verde llega a beber
en tu cuerpo lacio, donde el verano
despeña toros de barro y miel.

Mojan las guitarras tu corazón,
que por los trigales ondulará.
Traen desde el Norte frutal la zamba
y a tus orillas la dejarán,
para que su voz, enamorada de la luz carnal,
arome tus mujeres, Paraná.

En campos de lino recobrarás
el cielo que buscas en la extensión.
Padre de las frutas y las maderas:
florece en deltas tu corazón.

Verde en el origen recorrerás,
turbio de trabajo la noche azul
y desde la luna, como un camino,
vendrá tu brillo quebrando luz.

Letra: Jaime Dávalos
Música: Ariel Ramirez

-----------------------------------------------------------

Río Paraná

Río Paraná:
Tu brisa fresca respirando yo estoy.
Y canto al verte, tal vez por suerte,
cruzando el puente Brazo Largo
Y al ver tus costas verdes
en un sin fin perderse,
sentir estoy deseando lo que
sienten tantos,
que tus márgenes habitan.
Cantaba al remar, en su canoa a
ritmo firme el pescador.
Que hurga en tu vientre, buscando suerte,
como ayer, mañana ó pasado.
Tal vez arrastre hasta la orilla,
la corriente,
esta canción que yo te canto
desde el puente.
Cuando me voy a la Provincia de Entre Ríos,
en canción te lo digo,
Paraná río querido.
Cantaba al remar,
en su canoa a ritmo firme el pescador.
Que hurga en tu vientre, buscando suerte,
como ayer, mañana ó pasado.
Tal vez arrastre hasta la orilla,
la corriente,
esta canción que yo te canto
desde el puente.
Cuando me voy a la Provincia de Entre Ríos,
en canción te lo digo,
Paraná río Argentino.
Río Paraná.

De Ricado Iorio y Flavio Cianciarulo








-----------------------------------------------------------------------------------


Brumas

El río me dirá si aún existe
con su voz de cristal entre las flores
él me ha visto en sus aguas endiosadas
y ha borrado de mi piel la oscuridad.

Tan lejos estoy de estos
paisajes tan lejos de su amor y su bondad
que parece que es delirio mi deseo
de borrar esta niebla de orfandad.

Y volver de nuevo a aquellos días
a mi río, a mi selva montaraz,
caminar de nuevo entre las flores
en las costas del bravío Paraná.

Jorge Cafrune








Noches isleñas


Noche, ¡oh noche de luna bella!,            
poblada por mil estrellas baña las aguas del Paraná.                                                          
Noche, ¡oh noche de dulce ensueño!,
que sos para el triste isleño fiel compañero en su soledad.                                                        

Noche, ¡oh noche que al alma hechiza!,        
tu suave rumor de brisa tiene frescura  de manantial.                        
Se eleva hacia el infinito un canto agreste y sentido:  
un canto que ha florecido  entre ceibos, sauces y flor de azahar.

     Brilla el Paraná bajo su fulgor.
     Noche de cristal; noche de ilusión.
     Aguas que se van para no volver,
     llevan con su andar mi hondo padecer.

Noche, ¡oh noche de luz y calma!
haz que ilumine mi alma la claridad de tu resplandor.
Noche, ¡oh noche de tenue encanto!,
no dejes que sea llanto lo que me impida ver tu esplendor.

Noche, ¡oh noche, que ya te alejas!,
escucha la triste  queja, la voz doliente de mi ansiedad.
No dejes que se malogre el fruto de tanto empeño.
No olvides al pobre isleño que sufre y canta en el Paraná.

     Brilla el Paraná bajo su fulgor.
     Noche de cristal; noche de ilusión.
     Aguas que se van para no volver,
     llevan con su andar mi hondo padecer.

¡Noches. Noches isleñas!

Letra y Música: Pedro Sánchez






Acuarela del río

       
Un canilla poí una balsa,        (Poí , del guaraní, flaco, fino)
una guaina, una flor en el río, (Guaina, chica, muchacha)
un paisaje de cielo
reflejan las aguas del gran Paraná.
Más allá, un camalote va flotando
hacia la orilla que arbolada de sauces
Nos invita a soñar...

Acuarela del río que pintas de luces
mi dulce romance.
En el mundo no hay marco más divino
y bello para nuestro amor, son su sol,
Con sus fúlgidos matices
con su brisa perfumada
en mágico arrebol
de un lento atardecer...

A la deriva el bote va
con mi amada por el río.
Meciéndonos con su vaivén
que acompasa nuestro amor.
Y apoyada en mi hombro
me musita al oído
mientras beso sus manos
completan mi dicha
aromas de azahar.

Acuarela del río (Litoraleña)
Letra y Música: Abel Montes
   







martes, 19 de enero de 2016

Romances del sol

                                            Imagen de internet: http://fannyjemwong.files.wordpress.com/
                                                                                         2011/05/00620530tum.jpg


Y el viento,
atravesando feliz
la cálida geografía de tu piel
me trae su aroma sutil
en la modulación victoriosa
de fresias y jazmines .

Ascendieron al cenit, mis ojos,
para buscar el punto perfecto
donde miran
apetecibles curvas del paisaje
montes arracimados de pétalos fragantes...

¡Oh, si pudiese abarcar
tu superficie!
palpitar arrebolado
donde el sol
ardiente
construye sus romances...

Contenme en tus senos
de montes estallando,
o en el arrullo
de tu mirada soñadora...
Detenme en tus alas
mariposa audaz,
asido a tu cintura van
mis brazos anhelantes,
de amores y pasiones,
en romances del sol.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas


                               Imagen de internet: http://tinyurl.com/j6mcyaf





Romances del solY el viento,atravesando felizla cálida geografía de tu pielme trae su aroma sutilen la modulación...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on sábado, 30 de enero de 2016

sábado, 25 de marzo de 2017

jueves, 2 de noviembre de 2017

La música de don Edgar Romero Maciel

El lujo de la interpretación de Don Edgar Romero Maciel...
Sus letras... Su música...
Juan Carlos Luis Rojas

Lunita de Taragüí (chamamé)

Cuando pienso en mi Corrientes
lamento no estar allí
y en las tardes por los campos
quemarme en su cuarahy.          (Sol)

Pero por lo que más siento
no estar en mi Taragüí               (Corrientes)
es por sus noches divinas
bañadas por el yasy.                  (Luna)

En el cielo está
con su traje azul
por el naranjal
bañando su luz.

Qué pena me da
no estar más allí
y verte otra vez,
lunita de Taragüí.

De: Edgar Romero Maciel

(Traducción)
Juan Carlos Luis Rojas

........................

Sauce (Chamamé)

Claro cantar que dice
el manso arroyo
que alegre pasa
Sauce que en tus orillas
sus cabelleras llorando, bañan
Quiero en tí descansar
cuando se acaben mis ansias
porque no hay en Corrientes
como la gente de tu lugar.

Mi cantar, guarda el eco de tus campanas
graves son, que acompañan mi eterno andar
retornar es el sueño que alienta en mí
y si un día quiere el destino
que olvide al pago donde nací,
moriré por mal correntino
en algún camino del taraguí

Breve como la charla de tus paisanos
asi es tu traza
breve si pero acaso
no haya en cariño
otra más larga
Quiero en ti descansar
cuando se acaben mis ansias
porque no hay en Corrientes
como la gente
de tu lugar.

Letra y música de E.Romero Maciel y A.Mansilla

...............................

Viejo Caa Catí - Chamamé                    (Fragancia de hierba)

Clavado muy hondo en la historia correntina,
fortín cué del norte al paso de los avá,     (Viejo - Indios)
quiero recordarte pueblo de mis mocedades
antes que tus calles queden sepultadas por el arenal
Añoro tus quintas de enfilados naranjales,
tus chinas maduras quebradas sobre el maizal
y tu sol ardiente que vuelve la tierra arena,
hoy quema mi sangre cuando al recordarte digo este cantar

De Caa Catí a Mburucuyá
más de quince leguas hay que atravesar,
voy al trotecito cruzando el palmar
silbando bajito pronto he de llegar
Baña tu costado el bravo Santa Lucía
vigilan sus aguas los nativos yacarés
y al norte el camino cambiante lonja de arena
lleva tus barrancas donde el río se alza Ita Ivaté
Quisiera arrancarte de tu siesta provinciana,
gritarle a tu gente que no te deje morir
y echar en tus calles mi sangre de correntino
por ver si despiertas de tu antiguo sueño viejo Caa Catí

Letra: Alberico Mansilla
Música: Edgar Romero Maciel

.............................

Viejo Paraná

Antiguo arriero de peces, dorado río,
por tu camino de siglos bajando vas,
desde donde su farol enciende la luna
hasta las islas frutales del litoral.

Sus soles tus lomos queman en el estío,
barrancas, islas y playas te ven pasar,
arriba lames las garras de ariscos pumas
abajo reflejas luces de la ciudad.

Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná.

Asoman en tus riberas como otros días
las bellas formas trigueñas del guaraní,
pero revive en el alma de los isleños
la raza vieja que otrora reinara allí.

Quien fuera, me dijo un día mirando el río,
como las aguas tranquilas del Paraná,
que no conservan las huellas de los navíos,
y así las penas del alma poder borrar.

Canoas isleñas del Paraná,
quiero ser el agua por donde van,
irme cauce abajo, lluvia retornar,
y ser nuevamente río Paraná

(Polca canción)
Letra y Música: Edgar Romero Maciel - Albérico Mansilla
................................

Corrientes cambá (Chamamé)

Retumba en la noche el bombo de los cambá,
la Luna es una tambora que bate un son;
tirada tras las barrancas del Paraná
Corrientes duerme su sueño color carbón.-

Calienta el aire el candombe con su sonar.
La noche africana reina en el Taragüí...
es negro el ritmo en la sangre pero el cantar
se expresa en dulces palabras del guaraní.-

Después de bailar
me gusta ir a ver
junto a mi cambá
el amanecer...
Por Punta Arazá
siempre sale el sol,
tras el Paraná
la luna se va
por Punta Ñaró.-

No agita el aire el candombe en el Cambá Cuá,
se fueron ya los morenos con su tambor;
la luna apagó su parche de cuero y sal,
nostalgias de un tiempo viejo que fue mejor...
Quisiera en noches de enero también estar
descalzo junto a los negros bailando así.-
Ceñir la fina cintura de una cambá
y hablarle bajo de amores en guaraní...

Letra: Albérico Mansilla
Música: Edgar Romero Maciel

..............................

https://youtu.be/QIMVMS-5U50

sábado, 9 de enero de 2016

Oscuridad

                                     
En las venas de mi sien
  /aletea/
    el rito prolongado de nuestros ojos
      ojos que vuelan
        una vez tras otra
          rayando en las caricias/
      sublimando acentos
           en las preguntas infinitas.

Túneles inquietos/ son los ojos/
  túneles que se ensamblan
    en cópulas de pasión
      vertiginosas           tímidas
        dulces              desesperadas.

Esta vaina oscura/
  oscura de dichas/
    oscura de cantos silenciosos/
      oscura del amor
        que discurre  en las calles...
    se abre a veces
            /se rompe/
        vertiendo del espíritu
          irisada simiente.

La eternidad del dolor
  escapando al bálsamo/
    escapando a la sed de las heridas/
      /escapando/
    hacia la curación final de la nada.

Adolecer
  que hierve adolescente
    en el perpetuo tiempo
      de las manos combativas/
        /incansable/
         candor-candente-del pecho...
      luego discordias
        entre aurículas y ventrículos.

Mientras tanto
  azulino es el sol
    que une a las almas
      con la negrura del día
    y no se encuentran/
      no se abrazan
        ni piel
          ni aliento
            ni suspiros.

La oscuridad nos baña
  a plena luz del sol.
¿Cuándo caerá
  su áspero pigmento
    como nieve derretida?...
Cuando nuestros ojos sepan
  reposar en otros ojos
cuando entibien nuestros besos
  ajena frente
    cuando el corazón hable
      por fin
        sobre el amor.

AUTOR: Juan Carlos Luis Rojas

domingo, 25 de septiembre de 2016

De esos frondosos poetas... Ramón Ayala

El cosechero (Rasguido doble, folclore argentino)
El viejo río que va
cruzando el amanecer,
como un gran camalotal
lleva la balsa en un loco vaivén.
Rumbo a la cosecha, cosechero yo seré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré,
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón.
La tierra del Chaco, quebrachera y montaraz,
prenderá en mi sangre como un rojo sapukay
y será en el surco mi sombrero bajo el sol
faro de luz.
iAlgodón,
que se va, que se va, que se va,
plata blanda mojada de luna y sudor
un ranchito borracho de sueños y amor
quiero yo.
De Corrientes vengo yo,
Barranqueras ya se ve,
y en la costa un acordeón
gimiendo va su lento chamamé.
Rumbo a la cosecha cosechero yo seré
y entre copos blancos mi esperanza cantaré,
con manos curtidas dejaré en el algodón
mi corazón.
La tierra del Chaco, quebrachera y montaraz,
prenderá en mi sangre con un ronco sapukay
y será en el surco mi sombrero bajo el sol
faro de luz.
iAlgodón,
que se va, que se va, que se va,
plata blanda mojada de luna y sudor
un ranchito borracho de sueños y amor
quiero yo.
Letra y Música: Ramón Ayala









sábado, 12 de noviembre de 2016

Estas palabras

Completo ya/    esta cobertura/
    esta amalgama bicolor
        duales sabores del alma.

Silencio hoy estas palabras
    que brotan de sedientas quebradas.
Estas que oran/
    a estrellas escondidas detrás del Sol.
Sol que seca impiadoso
    hasta las piedras incrustadas
        en este celaje malfarial de mi espíritu.

Y no son
palabras para herirte/
    ni para que bajes los ojos
        con el peso de unas lágrimas
    ...son para que sonrías al mirar más allá/
a esa mies
    prolongada en la esperanza
        que abrillanta sus húmedos resplandores
            sobre el verdor matricial de la vida/
                Esta vida mía/
                    tuya/
                que ha hecho manar luces
             de áridos eriales.

El torrente insulso de metáforas
    no puede explicarte
        la vorágine que chispea aquí en mi pecho.

Es sabido
    que congrega rosas de espumas el mar
        tras el batir de sus olas...
            que puedo beber el vino
                si he cuidado la vid...
            Así/
                incipiente se gesta la ternura
                    bajo los prolijos surcos cultivados.
            Lo sé
                he cosechado tus manos/
            tu cuerpo/
                lo sé/
                    ¡Quién sabe
                        si también tu corazón!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 4 de mayo de 2018

Promesa de ensueño

Un roce
de tiempo y ternura
en la distancia...
El ensueño
en tus manos,
en las mías...
La luz
de nuestra mirada...
Albor
de brillante día...
El calor
de nuestras palabras...
Instante de florecer,
promesa
de brotes
y verdores
perfumados de pasión.
Se aferraron
a la piel del amor,
cómo verde hiedra,
trepando
en el frescor
de la esperanza.
Pero, ¡ay!
¡tristeza!
El viento
del tiempo
se lo llevó,
a las estrellas
del olvido.
...El tiempo
suele ser
un Sol,
que seca
la bendita lluvia,
y deja huellas 
resecas
en los cañadones...
Desaparecieron
las miradas,
huyeron las palabras,
en lo recóndito
del ayer.
...El tiempo
en la distancia
es un Sol,
que seca
impiadoso
la bendita savia
del amor...
y deja huellas 
resecas
en las almas.
Juan C. L. Rojas

lunes, 28 de marzo de 2016

Andar

Se trata de andar... Ver el sol, ver la lluvia, vadear los charcos, dejar pasar las tormentas...
Juan Carlos Luis Rojas




Se trata de andar... Ver el sol, ver la lluvia, vadear los charcos, dejar pasar las tormentas...Juan Carlos Luis...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on jueves, 24 de marzo de 2016

martes, 10 de octubre de 2017

Hacia el nuevo hogar

(De la serie: "El niño, el muro... y la libertad" Juan C. L. Rojas

   En esa mañana de sol a pleno, su mente tejía confusos colores. No los colores que la hermosa mañana avivaba en los rosales y en las dalias exuberantes del jardín; no los tonos, verde pastel, de irupés y camalotes flotando en la laguna, allí, detrás de la casa; tampoco los del bosque allá, en la otra orilla misteriosa de esas aguas calmas. No, no eran esos los colores que ahora lo inquietaban, sino los que se movían en el profundo interior de su alma.
Sentía un estado de conciencia a medias, donde el factor dominante era la duda, la incertidumbre.
   Quizás porque no veía otra opción, su única respuesta era la que involucraba huir del pasado, entrando sin renuencias a las circunstancias que iban apareciendo delante de él, o a pesar de que le fueran impuestas; y que esto resultara en tapar los recuerdos, insuficientes afectos…, introduciéndose de lleno en el miedo y el dolor.
   Tal vez era una forma de buscar puertas de salida a todo eso, o una puerta de entrada que lo llevara a satisfacer alguna carencia que ni él mismo, por ser niño, entendía bien de qué se trataba.
Ya había escuchado algún comentario,... decisiones con respecto a él, palabras dichas a su espalda. "Los adultos deciden sobre la vida de un niño", pensaba, "después de todo el abuelo es bueno, aunque no sabe ni escribir. El también fue abandonado y encontrado en los bosques del Paraguay, cuando era chico. Al final no conoció ni a sus padres, sólo a un hermano, ya después de viejo... Dicen que la guerra…"
   Mientras en su pensamiento todo se mezclaba, vio a su abuelo acercarse. Este respiró hondo sofrenando un suspiro. Palmeó cariñosamente el hombro del niño en un gesto poco acostumbrado…
   -Vas a ir con el doctor, mi’jo. Seguro que vas a aprender muchas cosas –le dijo con una sonrisa que pretendía ocultar algunas lágrimas, las que aparecían inevitables y aumentaban el brillo de sus ojos azules.
El abuelo, de buen carácter, de fácil sonrisa, de porte físico mediano, sumamente trabajador y con el concepto de la honestidad grabada a fuego en la sangre, no sabía ni leer ni escribir y era casi el único sostén de la familia, que se componía más de nietos que de sus propios hijos.
   El espacio de tierra que poseía estaba siempre cultivado con árboles frutales, verduras, e incluso tabaco, que luego de cosechar con su esposa, lo procesaban caseramente para venderlo en el Paraguay o en el vecindario de la isla.
Tenía aves de corral y algún ganado vacuno que carneaba de tanto en tanto, y leche para consumo familiar. Todo esto le demandaba actividad desde la madrugada; porque además era empleado estatal de salud pública del Chaco. El pequeño sueldo obtenido, cubría apenas los gastos hogareños que no lograba hacerlo con la producción casera.
   Conformaban una buena sociedad el abuelo y la abuela; él, correntino; ella, paraguaya. El, atendiendo no sólo lo de la casa, sino también la actividad externa; y ella ocupándose de todo lo doméstico, aferrada a una pipa siempre humeante, y un rebenque eternamente bajo sus brazos con el que domaba tanto a niños como a los animales.
   El origen de la conformación familiar y el asentamiento en una isla del Chaco argentino, habría que rastrearlo en los vericuetos políticos, intereses económicos de las grandes urbes (corrupciones incluidas) y las guerras asociadas. Todos sus hijos nacieron en el Paraguay, y la mudanza fue la resultante de inestabilidades políticas. Pero, de todo esto, no siempre le llegan a un niño los elementos de la comprensión de sus orígenes o la atenuación de las consecuencias de esos desarrollos y sus resultados.
   El niño no entiende que en la burbuja de su pasado cercano y su origen ya están incluidos los condimentos de su presente.

   La lancha saldría a las once de la mañana hacia Paso de la Patria. La preparación para el viaje era escasa; pocas y modestas pertenencias; sin embargo la sensación que percibía era la de una marcha definitiva, un viaje sin regreso.
A la hora de la despedida, los primos y hermanos rondaban cerca, silenciosos, sin más expresión que los ojos bien abiertos clavados en él.
Miró por última vez hacia "el bajo", allí donde el río al crecer, descargaba algo de su fluido formando una laguna. Dio un vistazo a todo el panorama desde donde estaba un aliso estaqueado, hundido horizontalmente a ras de la tierra, en el borde del patio posterior de la casa; ese tronco estaba colocado ahí para detener la erosión del terreno. Prolongó su mirada hasta el fondo, allá donde acostumbraba a cantar la garza mora, cuando aparecía en el bosque al amanecer, del otro lado de la laguna. Volvió su mirada y la detuvo brevemente en el pequeño puerto improvisado, al que muchas veces despejó de irupés y camalotes, para el trabajo de lavanderas, que le estaba asignado a sus primas y hermana. Volvió más atrás su vista, nuevamente dirigida al borde del patio, bajo el árbol de paraíso donde en ese momento dormía Rompe, el viejo perro de la casa. Mientras tanto, Díquel, el perrito con que jugaba a menudo, parecía saber de su partida; giraba y giraba a su alrededor, moviendo incansable su corta cola.
   -Che cunumí (mi muchacho), atá ese animal –dijo el abuelo a otro de sus nietos.
Al fin se despidió. Saliendo de la finca, caminó por el pasillo largo ubicado a la izquierda. Debido a la sombra de los árboles la tierra todavía conservaba la humedad del rocío. Mientras caminaba surgía en su mente un replanteo insistente de cosas y circunstancias que traía el recuerdo.
Los mamones altos a su derecha, sumamente quietos, prolijamente en línea, como formados para guardia de honor, parecían decirle adiós en silencio. Detrás de esa línea de árboles frutales aparecía el mandiocal, que empezaba a asomar joven sobre la huerta. A la izquierda, flanqueaba su camino un alambrado de púas tensado sobre postes viejos, de los que en una oportunidad, uno de ellos no resistió el peso de su travesura rompiéndose; así pagó entonces, con sangre de sus piernas, el pase a la casa del vecino.
   Cerró el portón prolijamente y ajustó el cierre del bolso; mientras lo hacía, observó la puerta abierta del almacén de al lado; surgieron entonces en su retina los trazos gráficos de la libreta de crédito y con ello la semblanza del abuelo, su escrupulosidad en pagar la deuda sin pasar ni un día más de lo acordado.
A los once años de edad no entendía cabalmente la dinámica del dinero, pero sí sabía cómo afectaba su carencia por las restricciones que imponía, hasta en las necesidades tan vitales como la alimentación; es más, sabía que era debido a estas restricciones, y no sólo a la búsqueda de futuro, que tenía que marcharse.
Si bien ignoraba los parámetros con que se movía el mundo de los adultos, sí llevaba incorporada en su conciencia las normas del cumplimiento y la honestidad tantas veces platicada por el abuelo en los momentos de la sobremesa, especialmente después de la cena.
   En esta despedida no podía definir si en su sentimiento había realmente tristeza o era que pesaba más la curiosidad, la posible alegría de lo nuevo. Sin embargo sentía los abrazos de la isla, los de sus sombras y sus luces, la humedad cercana de los ríos, sus frescores; los sentía como el adiós a lo amado.
Subió al terraplén, callejón pavimentado y sinuoso bordeado de eucaliptos que lo llevaba hacia el puerto. Ahora, una voz que difundía el aire conseguía aquietar sus pensamientos; era el murmullo del río traído por el viento y también el sonido de las ramas de los árboles azotándose en sus copas. Caían las hojas y él se veía como una hoja más, ahora dejada al viento.
   Cuando bajó al muelle los tripulantes de la lancha estaban en los preparativos finales de carga; como casi siempre, había una mezcla de castellano y guaraní en el habla de la gente; eran generalmente conocidos entre sí y mezclaban cordialidad y bromas con la intensidad del trabajo.
   -¡Oh! Mba’éicha pa che ra’a (Como estás mi amigo). Vos sos el nieto de don Tabí, ¿no? -lo recibió cordialmente el lanchero.
   -Si, buen día, -contestó con algo de timidez.
-Así que te vas con el doctor Palowski… Me contó tu abuelo.
El lanchero hizo sonar sus palabras como apropiándose de cierto orgullo que suele darse cuando la humildad se une a la ignorancia; a veces, como una manifestación de solemnidad fetichista, dirigida hacia la formación profesional o a un determinado status social. Palowski es un apellido polaco, pero el doctor era alemán. Consiguió su nueva documentación con ayuda del Vaticano, cuando Alemania perdió la guerra. También obtuvo, con esa documentación y pasaporte, una orientación hacia qué países dirigirse; donde no fuera “molestado”.
-Sí –contestó parcamente el niño.
-Bueno, si querés, subí; acomodate donde puedas ch'amigo.
Subió con cuidado debido al balanceo de la lancha y se ubicó en el lateral de babor, para dejar libre el paso de carga por estribor, que era el lado por donde estaba amarrada la embarcación.

¿Son los recuerdos como ondas cósmicas del tiempo, circunstancias repitiéndose infinitamente? Así le parecía este momento; como un recuerdo convirtiéndose en concreta realidad presente.
Ahora, nuevamente se movía el mundo, su mundo infantil. Se movía con la lancha, con el muelle, con los árboles, y todo con el río. Como aquella vez, cuando vino a la isla en su primer regreso, cuando en esa oportunidad involucró también otra despedida, la de su padre. Sentía otra vez esta mezcla de recuerdo y realidad palpable. De nuevo vibró ese pequeño mundo solitario dentro de otro mundo mayor, desconocido e indiferente hacia él.

Ya todos a bordo y con el amarre liberado, la lancha se alejaba lentamente del muelle adentrándose en el río Paraguay, luego bajaría un corto tramo hacia el Paraná, que estaba allí nomás, a la vuelta del recodo de la isla. La turbiedad acentuaba el misterio del río que batía sus lenguas infinitas salpicando los rostros pensativos; también salpicaban los sueños, dentro de esas mentes casi adormecidas por el ruido del motor. Juancito miró hacia atrás; siempre le intrigó hacia dónde se dirigiría la extensión del río. ¿Qué hay río arriba?... Querría remontarlo alguna vez. ¿Es el deseo el embrión de un sueño? ¿Es el sueño un camino donde sólo hay que ponerse a andar? La luminosidad del espacio más abierto lo retrajo de sus pensamientos, cuando en ese punto de la navegación la desembocadura se abría ya casi tocando al río Paraná.
En dirección a proa no se veía la costa. Ahondó la mirada en el engañoso espacio infinito. En el horizonte sólo se veían algunas gaviotas. Volvió la vista hacia lo que dejaba atrás. Debajo de la popa el río espumaba blancura, la que contrastaba con los diferentes verdores de las costas (paraguaya y argentina) haciéndose más vivos gracias a el sol de la mañana.
-¿Querés un mate, Juancito? –le preguntó el lanchero, apartándole de su abstracción en el paisaje.
-No, muchas gracias don Arévalo –respondió, mientras modificaba su postura sobre un listón de la quilla, donde estaba apoyado.
Estaba ubicado cerca de la cabina y podía escuchar la conversación del lanchero y su ayudante.
-¡Cova co Gomecito ra’y! (¡Este es el hijo de Gomecito!) –continuó Arévalo, ahora dirigiéndose a su ayudante. Lo hizo con cierto tenor de respeto machista, a lo que se refería. Palas, el ayudante, no respondió.
-E jhendú pa jhina (¿Me estás escuchando?) –reclamó Arévalo, en tono burlón.
-A jhendú (Oigo), –respondió Salas, a desgano.
-Hijo’e tigre co cunumí (¡Es hijo de tigre este muchacho!) –enunció de nuevo Arévalo, con clara intención de zaherir a su compañero.
-¡Bah! ¡Maba pa tigre! (¡Bah, quién es tigre!) –dijo Palas, tratando de neutralizar la chanza infligida...
-¿Maba pa?... (¿Quien?...) Ja ja ja… Me dijeron, que con Gómez te salió mal lo de la rubia aquella.
-¡Bah! ¡No pasó nada! –se defendió Palas. Arévalo largó una risotada.
Como premisa inevitable, esta conversación llenó su mente de preguntas e inquietudes referidas a su padre. ¿Qué conocían de él estos hombres? ¿Cuáles fueron las andanzas de su padre por estos lugares? ¿Saldrá alguna vez de la cárcel? ¿Lo volvería a ver?
Ahora, la lancha entraba en el planchón más claro y amplio, al cruzar la línea divisoria que producen las corrientes y las diferentes turbiedades de las aguas. A la derecha del panorama de popa se desarrollaba la punta del continente paraguayo; esas barrancas también habrán de quedarse entre aquellas cosas que habrían de alimentar su curiosidad y se añadirían, a la sumatoria de inquietudes insatisfechas. Los monos carayaes estaban silenciosos en la silvestre vegetación; es en el ocaso cuando estos suelen alterar escandalosamente el silencio del lugar; sólo una canoa pequeña, tal vez pescadora, aparecía casi camuflada por el tupido follaje. A la izquierda todavía se notaba la isla en la prominencia de su cerro, el cual remataba su cresta con la fachada ambarina de la iglesia principal.
En este punto de la mirada, vino a su mente el recuerdo de aquellos preparativos inconclusos para el catecismo y los rituales religiosos que jamás pudo entender. Allí apareció en el recuerdo los juegos y travesuras, las andanzas en el bosque y en el río. "¿Volveré algún día a navegar sobre los troncos, los alisos traídos por la inundación?". Al volverse hacia babor, una estampa conocida pero casi fantasmal cortó sus pensamientos; desde el horizonte bajaba por el río una jangada; a lo lejos era sólo una tosca línea derivando sobre el agua. Encima de esa línea había una pequeña figura que parecía ser la de un hombre erguido y cerca de éste, la de otro hombre sentado. Aparentemente tomaban mate.
...Sí, eran hombres nomas, no fantasmas, los que navegaban sobre un tendal de maderas bañadas por el agua; pero a la distancia, el conjunto parecía un simple garabato dibujado en la página acuosa del horizonte. Bajaban a la velocidad lenta de la corriente sumada a la fuerza inercial del maderamen, el cual tenía un tamaño desproporcionado con relación a la cantidad de sus tripulantes.
De nuevo surgieron la inquietud y esas preguntas que se apilan en el arcón de los misterios que suele atesorar un niño. ¿Cómo es que a esa gigante acumulación de inerte vegetal, puede dominar y conducir un pequeño hombre cabalgando a la intemperie sobre la húmeda planchada de troncos?...
Pasó la jangada por atrás de la lancha; casi al filo de la distancia audible de un sapucai (grito); pasó con su respuesta de silencio. Golpeando con la instigación de la curiosidad a esa mirada de niño; mirada perdida ahora en la llanura blanca; perdida en el horizonte verde y en la opacidad de la distancia.
En el medio del río el motor de la embarcación con su ruido monótono jugaba a vencer los sentidos, sin embargo, muy tenue ahora, como esbozo de dibujante, empezaba a divisarse la otra costa, mientras la primera se perdía a lo lejos con la estela de la lancha.
Corrientes aparecía brillante bajo un día de sol al momento de la siesta provinciana de uno de sus pueblitos litoraleños, Paso de la Patria. El alemán, el doctor, con su uniforme de médico, estaba todo de blanco esperándolo ahí mismo en el muelle, parado a la media sombra de un techo de protección; tenía las manos detrás de la cintura y en su cabeza una gorra de tela floja que le caía sobre la frente y las orejas. Seguía inmóvil mientras amarraban la embarcación. El niño notaba sobre sí la mirada escudriñadora, persistente, sin más gesto que el silencio del alemán, que mostraba así, un atisbo de la actitud severa y militarizada con que era conocido; continuó así, aún hasta después de haber bajado el niño, y habérsele acercado.
-Buenas tardes, doctor –saludó entonces, Juancito.
-¡No, así no! -Reaccionó el alemán de manera áspera-. ¿A ver? ¡Párate bien!... Así, firme, e inclinas la cabeza… Ahora sí, buenas tardes.
Juancito obedecía mientras algunos pasajeros y tripulantes miraban sorprendidos, o risueños y en silencio, esa escena. –Le hizo repetir el saludo incluyendo todo el proceso formal.
Luego de esta primera lección caminaron callada y largamente hasta lo que sería su nuevo hogar. No podía evitar la tensión de ese silencio. El alemán caminaba a grandes zancadas delante de él, y su atuendo blanco, ahí, a un paso de distancia, irritaba sus ojos al reflejar la luz; el niño hacía descansar sus ojos dirigiéndolos hacia la gramilla amarillenta entre el polvo reseco del camino. A pesar de que el sol mostraba su fuerza desde arriba; en su optimismo de niño, Juancito lo sentía como un poderoso dios protector; optimismo al cual coadyuvaba la curiosidad sobre lo extraño del lugar, la conformación urbana, la ubicación más ordenada de las casas, las calles bien definidas, los autos, y otro tipo de gente.
En realidad quedaba sólo a unas cuadras el lugar a donde se dirigían, pero la incomodidad psíquica inducía en los sentidos la exagerada extensión del andar.
A la izquierda se podía ver algunos "lamparones" del río en los claros que se formaban entre árboles y edificaciones lindantes con la costa. Todo estaba calmo, no había viento y no se oían las olas rompiendo contra la barranca. El itinerario de la caminata la mantuvieron a una cuadra de distancia del río, y respecto del mismo, también esa era la ubicación de la casa del alemán.
Juancito comprendió que llegaban, cuando el alemán cruzó un puentecito sobre la cuneta, el cual daba frente a un portón de hierro y alambre tejido, justo en la mitad de la parcela amurallada. Esta encerraba huertas, árboles, chiquero, gallinero, jardines y dos casas; una en cada extremo del terreno.
El portón rechinó con estrépito al abrirse, pero no llamó la atención de una mujer que en ese momento regaba las plantas. Esta siguió en su labor mostrando total indiferencia a los recién llegados. Parecía malhumorada.
-¡Señora Antonia! –dijo en tono amonestador el alemán al acercarse. Sólo entonces, ella levantó la vista hacia él y dirigió una mirada de soslayo, casi reticente, al niño.
Esta escena dejó abierto en su entendimiento un panorama de curiosa incertidumbre que le producía un incómodo escozor, pero ahora, sin otra vía de salida, este era su nuevo hogar, y debería aceptarlo, aunque lo sintiera como una nueva imposición; un mandato que no podía, o no sabía cómo evitar.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

sábado, 7 de enero de 2017

Ilusión...


El sol se fue ocultando detrás de las techumbres...
Antes de acostarse preparó con esmero los últimos detalles... Sus calzados agugereados... el pastito verde, una "cartita", y...
Se durmió después de vencer a sus ojos ansiosos, abiertos y agrandados en la oscuridad.
Al despertar, con la misma ansiedad que se  acostó, fue a la ventana...
No encontró lo que esperaba, sólo lo que había dejado...
Luego, la "juguetona" burla de chicos, que ya conocían alguna verdad, de la mentirosa ilusión.

Juan Carlos Luis Rojas

jueves, 23 de noviembre de 2017

Alas

Y así la vida...
un contonearse 
entre cielo y tierra, 
entre la tierra y el árbol; 
de las ramas,
cayendo al agua... 

¡Y las alas! 
¡Entre las manos y el sol!... 
El celaje en el río
y su reflejo 
alumbrando el alma. 

Tu curvilínea figura
 los hoyuelos en tu sonrisa
la tenacidad del ser, 
sabores y amores...
Viviendo.
Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=sonrisa


sábado, 4 de julio de 2015

El tesón debajo



Muchas veces podemos ver el efecto de la virtud humana produciendo brillantes resultados; como una nave que cumple con su función normal de despegue, y a partir de allí el vuelo inalterable... Pero cuando otros ven, lo fácil que parece, el despegue de esa nave hacia el cielo, no siempre piensan o imaginan todo el tesón invertido, y la energía ardiendo en los crisoles, desde la hora primera... Así el humano.

No siempre podemos juzgar los logros y éxitos de otros, como adquisiciones gratuitas. No les aplica a todos alguna metodología de lo fácil.
No se cosecha si no se siembra. Y la siembra implica, preparación, sacrificios y riesgos.

Tampoco podemos juzgar, unívocamente al revés, porque como dice, Eclesiastés 9:11 :
"Regresé para ver, bajo el sol, que los veloces no tienen la carrera, ni los poderosos la batalla, ni tienen los sabios tampoco el alimento, ni tienen los entendidos tampoco las riquezas, ni aun los que tienen conocimiento tienen el favor; porque el tiempo y el suceso imprevisto les acaecen a todos. "

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

sábado, 18 de junio de 2016

Avanzar

Lento andar bajo pesadumbres...
peso de la vida y sus flores.
Mientras el Sol se levanta
carcomiendo espacios
de las sombras.
Aguijones calan
el pecho frío de las horas.
El tiempo que alimenta
la febril cuestión
de las arterias.
Como soldado desgarrado
avanza
asumiendo en su victoria
la fortuna de vivir.
Debiera tirarse
acaso
con los perros bondadosos
de puentes y matorrales...
Dormirse un tiempo
en la sanación
de rigor y natura...
Pero avanza...
Y es una columna tambaleante
que restablece
vez tras vez
su curso inclaudicable...
Un poco más, un poco más...
Y va cobrando fuerzas
el vigor sereno
de la calma.
Va demoliendo sus esputos
tras cada exalación determinada.
...Si la vida cae,
es porque hay otras,
y en otras...
¡Pero no en vano
será lo andado!...
el perfume y el sabor
de lo vivido.
Y avanza...
No han de ser en vano
los callos endurecidos
de los años y del combate.
Avanza...
Una sonrisa se delinea...
Aquella mueca
que se afianza
por sobre el dolor.
Y avanza....
Con los ojos hecho luz
ya, sobre la amplia sonrisa...
Con la determinación a cuestas
y en el alma
el sabor de haber vencido.

domingo, 3 de enero de 2016

Momentos

Camino,
rodando sobre sangre lenta,
sobre los pasos muertos de la tarde,
sobre las hojas secas,
agrisadas, de vientos inmemoriales.

Camino con la inercia de este andar,
bajo los ralos tallos de esta vejez,
la de los apremios...
persistencias de los olvidos.
Con el sabor en la espalda,
de salares amanecidos...
Camino lentamente,
como en tobilleras de condenado.

Camino,
y acaso no es caminar
sólo inercias en el turbón de las penas,
un resto de carbono en el silencio,
aberración del paisaje
donde aquellos ojos murmuran desesperados
como brazos de auxilio sobre un pantano,
como gritos impotentes en la distancia.

Camino, sobre esta vereda interminable
bajo el vigor de nubarrones
que nos alejan de la esperanza.

Camino sobre la espera
en la incertidumbre de los días
donde prerrogativas del sol decida
si habrá de secar pantanos, acaso,
o si secará la vida.

Ya no sé si camino.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

"Momentos"Camino, rodando sobre sangre lenta,sobre los pasos muertos de la tarde,sobre las hojas secas, agrisadas,...
Posted by Juan Carlos Luis Rojas on domingo, 3 de enero de 2016

miércoles, 8 de marzo de 2017

Día de la mujer

¡Muchísimas Felicidades, a toda mujer en su día!...

Silvestre

Si acaso lo impávido es...
si acaso lo inmutable,
Inconmovible como natura y vibrante...
Mujer!!
Mas,
sensible en deseos
de sueños
de anhelos...
Te levantas
como flor silvestre
al sol,
mujer!!
Y allí exuberante
de belleza,
fecunda,
pasional.
Como la Tierra
presta a parir
de nuestra siembra.
En un pedestal te elevas
en el asiento de los tiempos.
Revives tu corona
cada día
en el hoy
en este instante.
En lo silvestre,
oliendo a verdes perfumados,
allí estás...
Sencilla,
mas sofisticada y genial,
que ya no pueden mis versos...
sino
¡la sustancia suma
de soñarte!
Autor: Juan Carlos Luis Rojas

...

Distracción

Activo en mis pasos...
y veo que rondas
por allí
en esos patios etéreos...
y haces siluetas
piruetas de golondrina,
trazando aire festivo
en mi pensamiento.
Distracción vital en mis ojos.
Distracción
como esencia del camino...
Dejo de verte porque te miro,
te observo.
Y me invitas a un frente a frente
sobre la mesa...
y es saborear lo servido
con aderezos de magia
con el cruce de luz
en las miradas,
fulgurante chispa
de amar.
Sé que vibran tus sentidos
desde la punta de tus dedos
aunque te vayas
y yo regrese en la insistencia...
ingrávida, ave azul,
que mis auras
rozas
con tus alas,
y pasas...
pasas...
en ese constante
incierto regreso,
por un vértice voluble
del horizonte.
Lentes ultradireccionales
son mis ojos
hacia tu estrella
y su vuelo de cometa/
Mi pecho aspira
el aliento de su vuelo.
Sincronizar nuestros suspiros
pudiese
el ritmo de nuestros latidos,
para aventurar
una música de la ternura
una melodía del amor...
Distracción,
donde frente a frente
bebemos el regocijo,
mientras cantan nuestras manos
sobre las cuerdas de las caricias
al abrigo
de santa llamarada,
que purifica nuestro andar.
Una melodía dulce suena...
que tiene trinos y murmurios de manantiales...
y tiene la fuerza de ritmos ancestrales
como la sangre fluyendo
desde tiempos inasibles,
conecta a nuestros cuerpos
en vivaces armonías,
tremolando en el aire sutil
de los suspiros.
Un vaivén de fuego acompasa,
donde toda flama es entrega
al pedestal de la caricias,
al sentir del ensueño,
al hacer del amor
en lo profundo de los besos,
que solazan en instantes
de placentera eternidad.
Allí quedan los resquicios
donde se avivan
los anhelos fervientes,
tuyos y míos,
donde manan
de aquello que inspira
el elixir latente
en nuestros poros
que estallan
en los orgasmos benditos
de la aurora.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

....

De otras maneras, madre

Desde que hubo el temblor
en la primera alborada de la semilla...
y cuando en el cosquilleo de la sangre
declamó la emoción sus sinos y misterios...
hubo el sabor anticipado de los besos
¡creciendo!
con el húmedo resplandor en los labios.
¡Y luego las manos!
tanteando en el vientre las caricias venideras,
tanteando los pasos de un tierno palpitar...
¡Pasos!...
sacudiendo la pereza de los días
hacia un renuevo de esperanzas y de sueños.
¡Madre!
De muchas maneras, madre.
La que pudo y aquella que no
y sin embargo el arrullo de amor
fue un poema
desliéndose en su pecho.
La que fue y no fue...
Donde la historia hizo un jirón
y el desapego hecho un desgarro
donde dar, acaso,
fue vida y alas...
donde la poesía de vivir
perduró su canto
con el dolor,
con el perdón,
con el amor.
Que se iluminen entonces
sus ojos de crepúsculos,
con la chispa de la algarabía,
con la estirpe piadosa del canto
en la comprensión de lo divino
y perfumada bendición.
¡Felices sean tus días,
de cualquier manera,
madre!...
Mujer!!!

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

viernes, 12 de octubre de 2018

Duende

Baja la balsa lenta
   sobre el papel ambarino/
      donde discurre un pentagrama de lirios.

Emerge del fondo oscuro
   /tras el sol/
los blasones encendidos
   de los sauces...

Y se bebe el mar
   esta ignota canción del recuerdo.

Este paisaje de manos y ojos
   acaricia mi frente
      cuando te pienso.

Sé que has escondido estrellas
   bajo tu cielo tímido
y he aquí
que insondable el amor memora/
(Mientras perfuma el aire
   ese suave ondear de juncos)

¡Oh, complicidad!
Pequeño duende de mar.
Haz eterno
   que transmuta aquí en mi pecho.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas

https://todo-es-uno.blogspot.com/search?q=canción

domingo, 20 de noviembre de 2016

Eje infinito

Hoy es un día decidido...
definido de silencios...
donde mi pensamiento susurra
nada más
sin sentidos relevantes,
y mi respiración pausada
fluye en su cadencia
por inercia de natura...

Aligeré mis pasos 
de cabalgatas y monturas,
liberé de cinchas,
frenos y riendas...
solté hacia frescas pasturas... 
Mi frente reposa
de rutinas y costumbres
y de la grave tensión de su ceño.
...Instante en que mi ser existe
de no existir,
de ser hacia adentro
sin los estresados ex 
de hacia afuera
sin exits, ni ex-it 
de apuradas salidas
sin ex de excitados, extremos, estallando...
Y ya extinguida de calma la flama...
apenas sé que respiro.

Instantes serenos
sobre etapas
de batallas cumplidas
caminos, de sinos logrados.

No sé, si hay sol
o si son las estrellas 
que en penumbras brillan...
desconoce al mundo
mis ojos abiertos,
cerrados en efluvios, por fin, 
de paz placentera y salubre.
Mi propio cosmos gira...
en su eje infinito
y profundo.

Autor: Juan Carlos Luis Rojas